viernes, 17 de diciembre de 2010

Pasivo

¿Hasta cuánto va a poder aguantar la ciudadanía? Si espera hasta casi no poder respirar quizás le falte el aire cuando lo intente. Posiblemente nos hayan estrangulado ya. Ellos siguen apretando, de rodillas sobre nuestro cuerpo tumbado, mirándonos a la cara mientras sonríen, mientras parece que disfrutamos o pedimos con los ojos que aflojen un poco. Pero nos necesitan. Y esa es la clave. Pensar que toman decisiones sin tenernos en cuenta es un error. También dependen de nosotros. No es que nos pidan el voto, pero si requieren de nuestros ingresos y aceptación social, pública y mediática. Nuestra negación es empezar a respirar por nosotros mismos.
              En términos de juego, hacer pasivo es ilegal. En balonmano, si uno de los equipos tarda más de un minuto en provocar una falta o tirar a puerta pierde su turno de ataque. La pelota pasa al rival. En ajedrez a primera vista no produce efectos tan bruscos, pero a la larga pueden ser desvastadores si el enemigo sabe que hacer con sus piezas sobre el tablero. Si no, se acaba en tablas y medio punto para cada uno. 
              Si entendemos la geopolítica como un juego, la ciudadanía esta jugando de manera ilegal, de hecho quizás ni sepa que lo es o, si es consciente, crea que solo juegan los que tienen el poder. Ayer leí un artículo algo decepcionante de una página que una amiga me ha  recomendado (1). Parecía arrancar bien, pero la propuesta final es un exorcismo. ¿No votar al PSOE para que gane el PP y luego ejercer de viva oposición? Menuda revolución. A esto le llamo yo guardar las formas. No sé que les pasa a los que claman por la rebelión en estos tiempos. "¿Oye, Estado, majo, me dejas hacer una revolución? De verdad, te juro que no habrá barricadas, ni fuego, ni armas ni muertos. Será de buen rollito. Mira mi mano abierta de paz y amor". Y no es que esté a favor de este gobierno, pero la verdad prefiero que nos partamos la cabeza contra él sin necesidad de un proceso electoral. 
               Hoy mismo he visto algo siniestro en las sonrisas que el Vicepresidente Rubalcaba ha dirigido a la prensa mientras contestaba a sus repetitivas y cansinas preguntas (2). Y en esa sonrisa se veía la confianza absoluta, aquella que es consciente de no encontrar oposición, aquella que esconde un cuchillo tras la espalda.
               De momento movemos, sí, pero la partida va a acabar pronto y de forma cruel. Él rival sigue moviendo piezas, desarrollándolas sobre el espacio urbano y cívico mientras nosotros seguimos pasivo: peoncito aquí, caballo en fila lateral, alfil encerrado...
               Y mientras el rival avanza por todos los lados: atraso de la edad de jubilación, prórroga del estado de alarma hasta el 15 de enero, recortes en cuanto a la concesión de 426 euros a los parados de larga duración, propaganda para que el enfermo tenga consciencia de lo que es "grave", militarización de las calles, multiplicación de las cámaras de "vigilancia" en el espacio público, mayores garantías a las empresas para el despido, sobreprotección de los bancos ante los agujeros negros en los que se han metido, interrupción de la inversión del país y parálisis social... Y aunque hay agoreros de la crisis, su protesta mediática -servil del partido de la oposición-solo quiere quedarse en el papel para favorecer al triste cambio de un títere por otro. Mientras tanto, seguimos jugando pasivo...
              Mi interpretación de la partida es contraria. Si "izquierda y derecha" juegan en el mismo bando, entonces, por definición, nosotros estamos en el otro y nuestra solución no es hacer una rebelión  de peones sin piezas mayores (3): ¿dónde se ha visto que ocho peones ganen una partida de ajedrez? Subversión a la espera... Además de jugar pasivo le concedemos dos movimientos o más seguidos. Rebelión a la espera... ¿Por qué depender de lo que haga el rival? Es posible que quién haya escrito este artículo no sepa jugar al ajedrez o quizá no vea que el juego sí es de unos contra otros, que los ideales existen sin que dependa del Gobierno ejercer la tiranía o no.
                Más, de momento, seguimos pasivos, y no quedan muchos movimientos para que pese algún que otro sacrificio el Estado nos destroce dejando a nuestro rey ( ¿nuestra consciencia?¿identidad? ) rodeada de piezas enemigas, comiéndose hasta la carroña de él.
 
             

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NOTAS  
(2) En este país te dan el título de Licenciado en Periodismo si haces la misma pregunta de tres maneras diferentes y además las compartes con tus compañeros. No les veía la cara, pero cambiando solamente un matiz (lo que se supone es la diferencia entre los diferentes periódicos), le preguntaban lo mismo: ¿habrá más prórrogas? ¿qué piensa del "pronunciamiento" de ETA? ¿qué hará el gobierno si las medidas tomadas provocan reacciones sociales? Incluso él mismo parecía harto de estar ante inútiles de semejante tamaño. Aunque luego quizás lo agradezca.
(3) Hablar de piezas mayores en ajedrez no es defender una concepción elitista. En este juego todas las piezas cuentan con sus limitaciones y ventajas y solo en coordinación cumplen sus funciones. Intentad hacer la guerra con una de forma aislada, sacar la dama al principio, colocar al rey en el centro del tablero recién iniciada la partida, dejar peones solos aquí y allá, encerrar un alfil, poner a una torre sin dominar una vertical, comer sin saber perdiendo el objetivo..., y vereís como no os lleva a ningún puerto.  

martes, 14 de diciembre de 2010

La fuga

Ayer recibí la llamada de un amigo al que no veo hace un par de meses. Fue una noche de viernes en la que cenamos de tapas y bebimos de vodkas, aunque no en el mismo lugar. Ante la situación de su trabajo y del país su visión era cambiar de aires: marcharse. Por teléfono lo confirmó. En tres meses tendré que pensar en él saliendo de las fronteras del Reino de España. Ocurre igual con otr@s amig@s. Uno proyecta palabras, andares, conocimientos y emociones allá donde supone se encuentran. El corazón se mapea.
           En cuanto a su proyecto, es lo mejor que podría hacer. Él y tod@s. La conclusión del Estado del Bienestar es clara: nos ha malcriado y después abandonado con su muerte, dejándonos al padrastro neoliberal / neocon que nos ignora y castiga a la vez. Nuestra madre democracia ni llora al difunto ni ama al puesto, más bien, les gusta soportar su maltrato, su sodomización. Nosotros los hijos tampoco ayudamos. Tontamente le reclamamos a ella en vez de tirarnos a los ojos de él. Pienso en los nietos y el horizonte se ensombrece. Me pregunto dónde irán las sonrisas de hoy, las miradas inquietas, los pasos valientes sobre el mundo que comienzan a conocer.
           La fuga es una de las soluciones ya que no queremos, ni podemos, ni sabemos protestar. La ciudadanía española es un mar en calma cuyas olas solo se alteran por separado. No se dan cuenta de que forman parte de un océano. O quizás no quieran saberlo. Hace una semana asustaron a la realeza británica a grito de "¡qué les corten la cabeza!". Les metieron el miedo en el cuerpo. Ya era hora. De alguna manera hay que hacerles ver no solo a estos sino a esta plutocracia que no tiene impunidad, que se le puede y debe hacer daño. Aquí la agasajamos, como osos amorosos proyectamos nuestras frustraciones en forma de vana ilusión en la aristocracia. Nos metemos con ellos en las tertulias pero en el momento importante les veneramos, les tememos, no sea nos dejen en el paro o reduzcan todavía más nuestros ingresos. En cuanto a la Monarquía, todavía es tabú  - no hablar de República - sino cuestionar la legitimidad de que nuestra democracia le deba algo. Más bien, es la realeza quién se lo debe a la Dictadura franquista.
            La fuga se presenta como salida al maltrato de un país que adormece a la ciudadanía, que le canta la nana de la familia feliz e hipotecada, reunida en torno a la televisión mientras dan las doce campanadas de Fin de Año. La playa, la casita en el campo, la urbanización militarizada..., funcionan como únicas válvulas de escape, pero siempre dentro de las fronteras, no vaya a ser que el extranjero, que lo desconocido, nos muestre un mundo mejor. Quizá sea nuestro mayor temor: confirmar que éste camino no es el correcto.
             Irse y construir la república ciudadana de un@ mism@. No en una casa - maldita Ikea - sino en un barrio, una calle, una plaza, un edificio vinculado a su metrópolis. El civil se mueve en el popolo. Decir adiós a un país que no te pregunta quién eres, qué solo pide acatamiento y silencio. Se deben romper las fronteras mentales de un imaginario que teme al de fuera, que prefiere ignorar la lengua que no entiende, que se recluye en la fogata de la hoguera patriótica y religiosa - ya sea su creencia la iglesia o la televisión - cuyo único intento de conocer otros mundos es a partir de una literatura de literatos de folletín, anacrónicos, creadores de personajes planos, de héroes y heroinas con emociones y acciones gastadas.
            La fuga de un país que gasta en tí sin saber en qué y para qué, al que le importa un comino si haces informática, ingeniería o humanidades. Es lo mismo. Al final, sabe que terminarás trabajando en el sector de servicios. Quizás lo hace a sabiendas porque te quiere para eso. Por eso la reforma de la universidad española es una broma de mal gusto. Seguirán marchándose cérebros. Y bien que hacen. No dar ni un ápice de credibilidad ni trabajo sería una buena manera de vengarse.
            La fuga abierta y sin túneles bajo tierra. Que sepan que no les necesitamos, que no queremos esos sueños que endulzan con falsa confianza. En las calles, a los rostros de quién nos ignora, decirles: "chao", como Hannibal Lecter al rajar las tripas del detective Pazzi.
            La fuga como visor de rostros, lenguas, vidas, historias, mitos, diferentes. La fuga como nueva vida que nos han negado.

domingo, 17 de octubre de 2010

Sin título

Desgranándose la tarde, mirando la pared, ahora la pantalla, acurrucado bajo el nórdico, hecho un ovillo, intentando estirarme para hacer menos profunda la pena, sentir que se filtra, en vez de hundirse en los límites del miedo y el recuerdo, busco en las palabras la posibilidad de entender, de creer, de tenerte cerca. Releo lo escrito y es insuficiente, incapaz de suavizar el dolor de los días sin tí y tan alejado de nosotros en sincronía. Perdido el texto en una bolsa de agua que yace en el estómago, las frases no expresan nada, apenas avanzan entre la incomprensión, el pasado y los hechos. Contar contigo pero no hacerlo, estar dividido, acudir a proyectos no tan ideales, que la experencia ha demostrado no asequibles, no encuadrables con mi forma de ser. No hay escusas. Se trata de reconstruirte, de plasmar como te filtras en el tiempo; en las imágenes de luz y oscuridad, en un sueño con un largo pasillo en el que sonries mientras te abrazo por la espalda y cuando sale a reducir la palabra "momento" y recuerdo tu explicación: tus manos mostrando pesos, distancias y resistencias, dibujándome todo un mundo en el aire. Ir a buscarte a tantos lugares, llenándolos de sentido, esperarte en un banco, en alguna estación de metro, en un salón mientras te duchabas, ver tu rostro en el aula mientras daba clases. Recibir tu apoyo y delicadeza, juguetona en tus dedos delgados, plegando papeles, escribiendo notas, haciendo lazos en los regalos.



Los colores, diferente intensidad y conjunción, girando en torno a tí, como un molinillo: rojo, negro, azul, verde, lila, blanco, amarillo, naranja, gris, marrón, todos en la semana, enriqueciendo el día a día, dando una realidad distinta a mi constantes y testarudos negros y marrones. Tus iniciales silencios mutados a una vitalidad asombrosa, a una vehemencia en el aprendizaje, en estirar el mundo, en darlo de sí, para plegarse a tu sentido de la curiosidad. Cruzar la puerta, dar a conocer lo desconocido y ver tus ojos almendrados y abiertos ante lo descubierto. Todo tiene más de lo que parece. Puede ser aún más bonito. Embellecer la vida, enriquecerla de matices, descuadrando mi tendencia a la comodidad, a dar las cosas por definidas. Percibir ese ánimo y dejarse llevar de la mano, subir escaleras mientras los demás mecanizan su avance, rompiendo la monotonía de esta vida empaquetada, destinada a consumirse por un precio y una sensación de placer efímero. A pesar de las incertidumbres, ser testigo de tus inquietudes, ir de un lado a otro para preguntarte sobre tus entrevistas y los cursos - mirar ahora los "origami" y rememorar la espera en las noches de invierno, sintiendo a la vez el frío de la calle y el calor de tu rostro tras el cristal. No temerme, adentrándote en dudas acerca de la humanidad y preguntas inquisitoriales al pasado, casi con sentido de la venganza, y calmarlo por una mirada de comprensión y análisis, de seguir indagando y plagarlo de detalles necesarios. Tu alegría por las flores y los animales, tu comunicación con ellos, plegándote a su actual mundo de sufrimiento y falta de comprensión. Reconstruirme sin tu rostro, sin tus manos, sin ver moverse tu pelo, no renovándose la vida, alimentando lo diario con recuerdo, olvido y esperanza, porque sé que te llevo dentro, porque de alguna forma estamos unidos. Hasta pronto.

sábado, 21 de agosto de 2010

"¿Yo Voy?".-

¿Cómo que así no? ¿A quién reclaman esta panda de memos? ¿Pero por qué hacen responsable al gobierno de todo el poder para que con una "protesta" hagan cosas que transformen el lema de esta huelga en "así sí". ¿Es que no ven que con este mensaje le están comunicando a la elite que siempre estaremos aptos para el acuerdo? ¿Para traicionarnos?



Por otro lado, ¿no os parece que copiar el lema de "Rock in Rio" es un poco chapucero? Por favor, que no se trata de ir con tambores, cantar himnos de antaño y tomarse unas cervezas después. Y lo de "mano a mano" me suena a Torrente (1). Si, un poco guarro, de pervertidos bizcos y sin duchar. Por suerte le ponen algunos lemillas en rojinegro retro para intentar recordarnos y recordarse que tienen algún que otro pasado. Que no conocen y que quizá no quieran conocer. Luchar por el Estado Social o del Bienestar es en los tiempos que corren una soberana estupidez. Supone no entender lo que hemos tolerado, haber pasado treinta años durmiendo para ahora despertar un equilibrio que era insuficiente y que, además, iba degrandándose poco a poco.
A ver si piensan que vamos a creer que el giro se ha producido de forma súbita y sorpresiva ahora, en este último año. Ha sido tocar la pirámide administrativa que sostiene a esta panda de borrachos y levantarse los sustentadores del estado burocrático y los sindicatos a la limón reclamando un sistema perjudicial para ellos mismos y también para los que por uno o por otro motivo no pueden acceder al mundo laboral. Si el proletario aburguesado quiere recuperar aquello que logró mediante acuerdos con la elite no le queda otra que olvidarse del ideal del Estado Social y reclamar nuevos derechos y libertades para un nuevo trabajador. No puede reclamar por el pasado, pues ya no se puede volver y muy pocos por no decir nadie quiere volver. El trabajador ya no sostiene la creación de riqueza en el mundo liberal, ni siquiera el Estado-Nación, con lo que es prescindible, y si esto es así, no tiene ningún derecho que reclamar a no ser que busque su papel y lo reinvente dentro del panorama político mundial. ¿Quiénes son pues los trabajadores en el mundo globalizado? ¿Meras personas que reciben un sueldo de forma virtual y que ejercen una elección de papel cada cuatro años? ¿Es legítimo reivindicar solo a la clase trabajadora y no sólo a otras que sufren más que ella? O fuego en las calles o a quedarse en casa, pero este rollo cuasi-guay de cerveceros que en la mayoría de sus reclamos lucha por dinero, no por favor.


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NOTAS:
(1) Si bien no aparece en este cartel, si en los planfetos que están distribuyendo.

lunes, 16 de agosto de 2010

"La República Cínica" (17 de agosto, 2010).

Entre explicación y explicación ha tenido que ser Lawrence Grossberg quién lo mostrase claro (1). O por lo menos a mis ojos lo parece (2). Sin bien llevo años detectando está sensación de tedio en mí mismo y en la ciudadanía, leer ese adjetivo lo ha dejado todo más definido. Es curioso como funciona la cultura o más bien mi cabeza. Si el lector@ me conoce sabrá que es ésta última. De pasar a leer un capítulo sobre el ataque a los chicos / chicas en los Estados Unidos en las últimas décadas (3), a pensar en el modelo de democracia anglosajona importado desde Florencia (4) y, por último, a envolverme en lo conspiranóico y ponerme a ver JFK (5).
En relación al título de esta entrada, Lawrence Goodwyn afirma que el ciudadano actual siente un estado de profunda resignación. Es una sensación que en ocasiones raya tal nivel de desesperación que llegar a ser paralizante (6). A esto, Grossberg añade que hay un claro interés desde varios sectores de transformar a las personas en seres cínicos, que ahogen sus penas en el límite de su casa o en ver cómo sube o baja su nómina, mientras su valor, su voluntad política, simplemente desaparece (7). Se trata pues de una conspiración que pretende anular nuestra capacidad de percepción de lo público, de debatir el poder en el espacio compartido. Si decimos que "todos son iguales", o que "ya no voy a votar", ya estamos en el saco. Y no se trata de que con el voto tengamos algo, sino de que pensemos en formas de dar sonido a nuestra voz, de que creemos palabras con poder, que recalquen nuestros derechos, nuestra cosmovisión en contra de otras que quieren imponernos. Zygmunt Baumann postula que en la actualidad los "políticos" están muy poco interesados en hacer creer a las personas o en la construcción de ideas mientras prefieren evacuar la política de la ciudadanía (8), de transformar su labor en mero interés para que, por extensión, pensemos que el poder es eso: manipular, maquinar, ver todo y laborarlo en bien de nuestro apetecer. ¿Por qué conviene que nos hagamos cínicos? Encuentro una respuesta de doble dirección: para la burocracia y elite gubernamental se evitan los conflictos y para la ciudadanía se elude el compromiso consigo misma, el reconocerse como agente activo de la "república" urbana, con sus responsabilidades. Y mientras el mundo bursatil alimenta a este nuevo capitalismo más y más a través del dinero que se crea y multiplica a través de sí, los que consumen y habitan en él se limitan a dejar pasar, a experimentar una sensación de "inmortalidad", de que nada cambia, de que por mucho que hagamos nada hará algo mejor, de que no tenemos nada ya que dar a los que vienen después y que éstos, sin nada que aportar, deben seguir estos designios, no sea que vayan a trastocar las pocas comodidades que tenemos. Les negamos su futuro. Nos lo negamos. En eso la "lectura" del tiempo-espacio cobra una importancia vital y por mucho que mi propósito sea hablar con los muertos (9), no puedo eludir tan fácilmente esta otra vertiente de la labor histórica: ¿por qué no puede ayudarnos a mejorar? Independientemente de la Historia, de su capacidad para mejorar lo que nos pueda venir (10), la ciudadanía, si bien, no lo puede encontrar en el pasado (11), tiene que hallarse, replantearse, reconocerse y, por ende, ver y enfrentarse a los que no se comportan como ella. Diluir nuestra identidad en espacios líquidos, en portales donde pretendemos controlar la imagen que tiene el Otro, conocerle a través de esa "publicidad" y eludir lo público - el lugar físico compartido en sincronía-diacronía-, configurar mapas de la realidad a través de lo indirecto, maquillar la verdad, pintar collage con los rostros que aparecen a nuestro paso: ¿dónde nos deja? Se me vienen a la cabeza los cuadros de Ensor sobre las personas que le rodeaban a finales del siglo XIX. Ser cínicos nos convierte en seres que no sienten vergüenzan al realizar actos o mantener actitudes que son recriminables, en personas que defienden un tipo de vida grosero, obsceno. Y de esta manera, configuramos una república que se mira el ómbligo, sentada en el sillón de casa, saliendo solo cuando la poca identidad en la que se reconoce se ve gratificada o ennoblecida (12). El movimiento obrero de mediados del XIX encontró el reconocimiento a su labor en el comunismo, halló su identidad en ese mundo, en esa lucha. ¿Y nosotros? ¿Dónde estamos?

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NOTAS:
(1) GROSSBERG, Lawrence. Estudios Culturales. Teoría, política y práctica. Ed. Letra Capital, Valencia, 2010.
(2) Debe tener en cuenta el lector@ que tengo diplopía y que hace poco más de dos semanas me dieron un pelotazo en toda la cara, con lo que quizá la vista esté algo distorsionada.
(3) GROSSBERG, Lawrence. Ibid, pp. 212-256.
(4) POCOK, John Greville Agard. El Momento Maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición republicana atlántica. Ed. Tecnos, Madrid, 2008 (2002), [1975]. Para la recepción de la concepción republicana de Maquiavelo en el mundo anglosajón ver "Tercera Parte": pp. 413-661.
(5) Oliver Stone, Estados Unidos y Francia, (1991).
(6) GOODWYN, Lawrence. "Beyond prosperity, outrage simmers". The News and Observer, 19 de octubre, 1997, 25A. Cit. en GROSSBERG, Lawrence. Ibid, p. 241.
(7) GROSSBERG, Lawrence. Ibidem.
(8) BAUMANN, Zygmunt. In search of politics. Standford. Standford University Press, 1991, p. 1. Cit. en
GROSSBERG, Lawrence. Ibid, p. 142.
(9) GREENBLATT, Stephen. "La circulación de la energía social". Nuevo Historicismo. Ed. Arco. Madrid, 1998, p. 33, ("The circulation of Social Energy". Shakespearean Negotiations, Berkeley, University of California Press, 1988, pp. 1-20 y 165-167).
(10) VV.AA. El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XXI. (SÁNCHEZ LEÓN, Pablo & IZQUIERDO MARTÍN, Jesús, eds.). Ed. Siglo XXI. Madrid, 2008.
(11) Quizá no seamos capaces en la actualidad de reconocernos en esta forma de laborar la historia del siglo XIX y gran parte del XX. Es posible que los medios de comunicación y la difusión de nuevas formas de conocimiento del pasado - a través del cine, el turismo, el género literario "histórico", los videojuegos - hayan convertido a la historia en un elemento hecho a medida, experimentado a nivel personal y no en conexión con los demás o en vinculación con otros tiempos o espacios. Una "historia" individualizada, empaquetada, sin posibilidad de unir con nada, porque su propósito no es ese, sino alimentar una necesidad de saber de cultura para publicitarla, para convertirse en conocimiento acumulado y no aplicado.
(12) Como tuvo lugar en los "festejos" por la consecución del Campeonato del Mundo de Fútbol, celebrado en Sudáfrica entre junio y julio de este año. Celebrar la nación es sacar pecho por una vieja reliquia identitaria. Uno no tuvo el "placer" de estar en Madrid, pero por alguna que otra fuente tiene en su mente un escenario pantagruélico, pero sin toda la vertiente crítica que tenía la obra de Rabelais: un carnaval sin carne.

"Ataco con tres buses y defiendes con dos. Con quince invadimos Versalles".

Espero ser breve ya que lo que barrunto en mi cabeza en estos momentos vendrá después. Sin embargo, quiero recordar y hacerte compartir querid@ lector@ mi experiencia como invasor. Daré un pequeño rodeo. En la I Guerra Mundial los tanques eran rudimentarios. Si no se movían a caballo, las tropas iban a pie contra el enemigo. El problema surgió con la metralleta. De esta manera, la guerra de frente contra frente premoderna dió a su fin y la gran protagonista fue la trinchera. No obstante, provocó la creación de pequeñas compañías de 5 o 6 hombres que avanzaban intentando escapar a la vista del enemigo. A la vez, se fue innovando en la construcción de vehículos de tierra que no sólo pudiesen transportar tropas sino que atacasen mientras se moviesen: los tanques. Un buen ejemplo de esto fue el inicio de la II Guerra Mundial: las tropas iban protegidas, se movían en sidecares, motos y camiones. Si podían, dejaban de avanzar a pie. El desarrollo sin precedentes de la tecnología de guerra en los últimos setenta años ha provocado que incluso en el ataque ya sean prescindibles los soldados de a pie, tan solo utilizados ahora para el reconocimiento y mantenimiento de la zona conquistada, dejando el resto de la ofensiva al laser, los aviones y los submarinos con misiles teledirigidos. Los ejércitos tal y como el Risk nos hace imaginar han desaparecido. El "heroísmo" del combate cuerpo a cuerpo, espada contra espada, terminó hace tiempo, pero este brillante juego nos trae al salón de casa el afán de la estrategia, del cálculo en base a un número concreto de tropas que son importantes en sí, una a una, para lograr el fin que se haya repartido en suerte. El turismo es la nueva forma de imperialismo y se realiza a la antigua usanza, o por lo menos combina dos ellas: el transporte en vehículo motorizado y el avance a pie (o más bien debería decir reconocimiento) (1). El 11 de julio de 2010 llegué a Versalles a eso de las 8h40 de la mañana. En el parking situado frente a la entrada del palacio había ya aparcados algunos autobuses. No tardé ni cinco minutos en bajarme y empezaron a llegar en tropel muchos más. Contando 50 personas por vehículo, es posible que la cantidad de turistas que se encontraban en aquel momento superasen en número a muchos ejércitos premodernos. Si a alguno se le ocurriese la "genial" idea de repartir un rifle a cada turista y en vez de disparar fotos a los monumentos y a sí mismos tirasen balas es posible pudiesen invadir media Francia o por lo menos, intentar un golpe de Estado. A pesar de no ser bien recibido en todos los lugares, una vez en tierra, el turista tiene el camino libre (2). Si fuese medianamente inteligente mandaba a la porra a los guías locales y correos y comenzaba su propia "conquista" del espacio que quiere conocer. Y sin embargo, como tropas llevadas por un general, siguen a pies juntillas a una manera imperialista de conocer el mundo, teledirigida, que no realiza preguntas, sino que impone las suyas, que establece las formas en base a un servicio comprado, que impone ideas a pesar de que el "producto" las transforme. No hay culturas primigenias, pero si queda claro que cuando uno va y ve su idea cambiada debe asumir esa variación, continuar con ella, y no obviarla e incluso reclamar si no obtiene la forma inicial. No se trata de acabar con el turista, sino con una determinada manera de hacer turismo, de envolver como regalo un producto controlado, sin problemas, niquelado, sin aristas. Conocer el lugar supone implicarse no tomar instantáneas o cortar y pegar fotos de Google. Mucho menos copiar la "historia" de la Wikipedia y ponerla en un itinerario. Dice mi adorado Truman que la gente viaja porque nunca ha estado y en cierta medida es verdad, pero él solo quiere escapar de su celda, quiere ir a Fiji con un nombre, un rostro y una chaqueta de punto roja (3). Solo nos dice que está al otro lado del mundo y que cuenta con islas en las que el ser humano no ha puesto el pie jamás. Pero la persona que viaja ahora tiene un producto más claro en la cabeza. El o la agente provee de catálogos, la televisión de anuncios, el propio preturista de lo que pueda conocer y el período vacación sustituye el conocer por el descanso, por el lema: "ey, que estoy de vacaciones, que nadie me moleste o las haga desgraciadas". De ahí a esa sensación de conquista cuando hemos ido a un lugar. De acumular sitios y sitios sin tener apenas una percepción distinta, propia, de ellos. Incluso la Luna tiene algo que darnos de su pasado.    

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NOTAS:
(1) A través de las distintas ciudades, el turista sigue a un guía local que en muchas ocasiones no está preparado o bien no sabe transmitir sus conocimientos. Pero puede que si lo esté pero el turista directamente pasa, se sienta en cualquier banco, se pierde, total, no ha pagado por eso, aunque algo quizá sí. Lo que importa, según mi parecer, es que ya vienen con el organigrama en la cabeza y es muy complicado quitárselo, ya que lo han comprado y es el que quieren.
(2) Dependiendo de algunos países en los que se convierte en el objetivo número uno para el secuestro, el robo o el asesinato.
(3) El Show de Truman. Peter Weir, Estados Unidos, 1998.

lunes, 24 de mayo de 2010

"Oye cómo va, mi ritmo..." (Estado de la cuestión del país). Capítulo I.

Desde hace varios meses voy hilando diferentes discursos en la cabeza. Algo sobre la crisis,
sobre cómo está el mundo, argumentar contra el gobierno de la Comunidad de Madrid y "la pasión rubia",
plasmar el panorama de una pequeña ciudad-dormitorio, en la que ya no vivo, pero en la que desde luego veo cambios sustanciales en la "ideología", conversaciones con familiares y amigos sobre las inquietudes del momento... Al final, haciendo honor a mi ansia de totalidad, he decidido unirlos todos en uno. Algun@s me acusarán de determinista. Y pensándolo bien, el determinismo es uno de los planteamientos principales de la occidentalidad, por mucho que en la época postmoderna se hayan querido deshacer de él. Todo a una misma raíz, un mismo culpable, alguien que tira de los hilos, un único inicio para el éxito o el fracaso, un acontecimiento principal del que derivan los demás. Piedra de toque en los análisis, ¿qué fue la causa? ¿qué rodó primero? ¿Huevo? ¿Gallina? ¿Felipe González? ¿José María Aznar? ¿PP? ¿PSOE? ¿Esta sí? ¿Está no? Sin ánimo de continuar con este absurdo, intentaré por una vez acudir a diferentes vías, aunque a priori
he de admitir querid@ lector@ (si alguien lee esto), que no sé por dónde terminará ésta diatriba.
Citaré al Jim Garrison de Kevin Costner para comenzar: "¿y si improvisamos para comenzar?" (1)
Considerar que la caída de la Unión Soviética puede ser una de las causas no es una idea descabellada. Si es por agradecer, el "mundo libre" le debe lo que se denominó "estado del bienestar". La desaparación definitiva de la URSS pudo llevar a una especulación demasiado libre con la riqueza y a la confirmación de un razonamiento tan peligroso como reconfortante: "ya hemos llegado a nuestra meta", "el enemigo ha sido derrotado", nuestro tipo de vida ha vencido. Y en el horizonte de lo nuevo... Nada. Ya lo conseguimos. Y de esta guisa: ¿qué otra cosa horrible nos puede ocurrir? Razones no les faltaban a aquellos que apoyaban esto: la clase media agradecía coches, pisos, viajes, procreación, cultura de masas y cobrar hasta la muerte (los que podían claro), la clase política veía como su triunfo significaba el de toda la nación y por ende simplificaba el papel que se le había otorgado (a ningún desafío, ningún reto, menos responsabilidades), los medios de información transformaron su discurso en comunicación, datos sobre datos, morbo sobre morbo, aquí y allá, todo eran nombres sin ningún sentido, pero con la intención de asustar, abrumar, desconcertar y acumular. Todo era consumible, pues el consumo habia triunfado. Y entonces el dinero, que si bien ya se movía de aquí para allá y no era fijo del todo - recordemos a Gordon Geko (2)- se convirtió en algo virtual, estaba en varios lugares a la vez, iba y venía, mentía a pesar de lo que marcaban los dígitos. Se acabaron las cartillas del banco y el pagar al contado. Se podía cobrar por cuenta y de forma domiciliada (3). El tipo de vida se uniformó: una sola dirección - recordemos dos grandes finales de la historia del cine británico: El sentido de la vida (Terry Jones, 1983) y Trainspotting (Danny Boyle, 1996).
Y cierto que en un par de momentos el ecúmene mundial se tambaleó (4), pero no podemos considerar ni un solo momento que lo que ocurre ahora es comparable con aquellas. Ni siquiera heredera. En pocas palabras, en mayor o menor medida, la riqueza de las naciones se ha transformado en efímera, en pura especulación. Hemos llegado al punto de que lo virtual necesita la materia. Y ahí el dinero faltó, no existía - recordando Sospechosos Habituales (Bryan Singer, 1995) - "se esfumó". Y mientras tanto, guerras por aquí y por allá, claras mentiras, acontecimientos velados y ocultos, una clase media que en muchos países de Europa se va endeudando poco a poco a base de confianza y palomitas, unos mass-media que lo acaparan todo, un proceso de encerramiento en la vida social, de enclaustramiento y miedo a lo distinto, y una transformación de las experiencias vitales en algo así como la Coca-Cola o la hamburguesa, algo que está rico, con mucho azúcar, que llena, pero que deja gases en el estómago.
Y en esto, mi país: este aborto de estado-nación llamado España, o Reino de las Españas, si queremos ser más puntillosos y ahora que nuestro monarca se ha recuperado de su operación y vuelve a "sus funciones". Y digo aborto, o criatura - cuando escribo esto se viene a la mente el "bebé" de Estoy vivo (Larry Cohen, 1974) - no porque deseo que este país sea una nación como ¿Dios? manda, sino por contraste. No ha llegado a construir lo que otros sí (5). Desde la Constitución y la Democracia se ha apuntado a un juego tremendamente peligroso que ha terminado por colocarle en una delicada situación. Este juego ha sido el depender de muy pocas fuentes de abastecimiento. A saber: el suelo, el turismo y la cantidad de mano de obra en activo. Y durante este tiempo, a nivel identitario se ha limitado a copiar modelos, simplemente, un corta y pega que se dice en el argot informático. Y cuando ha intentado construir uno propio acudía a un sentido de la historia basado en lo kistch y consumible, en la justicia y lo innombrable (6). Y no sólo esto era así, sino que se potenció (7). El cambio de la Ley del Suelo puso patas arriba la política de la gestión de un país y el "España va bien" nos llenó las bocas. Tampoco el periodo 2004-2008 supuso muchos cambios en ese sentido. Quizá algunas medidas se tomaron, pero fueron insuficientes, no valientes, quizá porque no se quería ver el abismo al que nos acercábamos.

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(1) JFK, Oliver Stone (1990).
(2) Wall Street, Oliver Stone (1987).
(3) Por supuesto que esto ocurrió antes de 1991. Al principio del texto, avisé de que no todo se podía deber a una sola raíz.
(4) Crisis de 1992 y 1997.
(5) Lo que no quiere decir que lo que otros hicieron fuese bueno o malo. Lo más posible es que la creación de la identidad nacional llevase a Europa y el mundo a dos cruentas guerras de las que todavía no nos hemos recuperado.
(6) Básicamente, me refiero al franquismo. Un regreso a los valores morales-políticos que sostuvieron el franquismo y dieron cierta "bonanza" económica a partir de la década de 1960. Digamos que la facción conservadora y tardo-franquista es consciente de ello, pero no lo dice, lo oculta, lo deforma, lo disfraza, o simplemente lo llama "de centro" o liberal. Aunque recientemente algún que otro que colaboraba con "Intereconomía" confesó ser "muy de derechas". A todo esto: ¿alquien me puede explicar esa expresión?
(7) El progreso y el estar en Europa supuso una única dirección: turismo y suelo, y poco más. Puedo añadir más: falta de inversión en infraestructuras, menosprecio de la clase universitaria, degradación de la enseñanza, aniquilación de la conciencia trabajadora a favor de sindicatos verticales y gordinflones, ensalzamiento de las clases políticas a nivel de intocables, fraccionamiento del sentido del poder y falta de coherencia e interés en la crítica a los medios de comunicación.

domingo, 28 de febrero de 2010

"Zombies" (28 de febrero de 2010).

Uno tiene la impresión de que los freaks nos dimos un duro golpe en la cabeza en la infancia. En mi caso, creo fue a eso de los tres años. Caí de la cama y golpeé con una estrecha tuberia blanca. Actualmente, siempre que me cortan el pelo se ve una pequeña calva en la cicatriz provocada por la herida, por el "trauma".
Antes de dar un paseo por la ciudad-dormitorio de Torrejón de Ardoz, he visto una página entera dedicada en el diario El País a la "Marcha Zombie" que ayer se celebró en Madrid mientras caía la noche. Según esa fuente, más o menos un millar de personas disfrazadas de muertos vivientes caminaron entre la Plaza de Felipe II y el barrio de Chueca, concretamente, la Plaza del Carmen. Uno tuvo, además, la "suerte" de toparse con cuatro de estos "zombies" en la línea 4 de metro, de camino a Serrano que, en cierta medida, parece una zona desvastada por una guerra nuclear, con lo que la marcha hubiera tenido más sentido por esos lares. Al escuchar un par de grititos en no sé qué parada uno pensó que tenía lugar alguna manifestación que otra. Pero no, al parecer el asunto tenía que ver con estos cuatro zombies adolescentes que conversaban amenamente sobre lo guay de ir de monstruo, las características de los vampiros y no se qué otras variedades tristo-diver-freaks-interesantes-molongas. A uno le dió por pensar en lo banal del consumo y en el absurdo de la diversión actual. Lo primero, porque convertimos algo que surge de la crítica a nuestra sociedad en trivial desfile de grititos y tomate en salsa. Lo segundo, porque ni siquiera esta marcha lleva consigo un mensaje directo a la ciudadanía, ni una mínima seriedad. ¡Si de verdad les diese por ir dando bocados a diestro y siniestro (si, sobre todo, a estos)! A alguno que otro le da por decir que como somos zombies en la vida diaria lo de ayer es como reivindicarlo. Y si ponemos algún cartelito contra Esperanza Aguirre mejor que mejor. ¡Mirá cómo molamos! Y cierto que yo me quedo en casa, sin pintarme siquiera, pero este tipo de pseudo-marcha-semi-protesta-freak es demasiado. ¿A dónde quieren llegar esta panda de consumistas desalmados que encima van de reivindicativos? Si es por ligar más de forma algo bizarra, pues vale, acepto "marcha zombie" como técnica alternativa, pero eso de ir por ahí reivindicando identidad freak con rollo protesta suave aceptada cuando la situación actual requiere de maneras más subversivas de manifestación y crítica es triste. Triste porque les toman por lo que son: insertados plenamente en la vida de consumo identitaria y narcisista y porque su discurso no va más allá de un par de gritos, alguna que otra carrera y alguna que otra mirada de pirad@. Decía por ahí alguna pava que es terapeútico porque "te libera". Parece que no tenemos otra manera de apaciguar nuestra frustración. Y encima reconoce que no se trata de una manifestación, si no de un recorrido "lúdico-festivo", una especie de carnaval canibal soft. Pero el mismo redactor utiliza la palabra "manifestación" un par de veces para describir el acto. Entonces, ¿en qué quedamos? 
"Somos zombies", porque siempre hacemos las mismas cosas, nos controlan, patiplín, pataplán... decía otro pavo por ahí... Y si, la verdad, pero encima blandito, vegetariano, sin agallas para arrearle un bocado al que tengas al lado. Como pollos sin cabeza sin atender a las necesidades de una sociedad envuelta en un truco de espejos, como muertos vivientes controlados, aceptados, insertados en un mundo que se devora a sí mismo a través del consumo. 
¡Qué horror! Parezco un monje!. 
      

domingo, 21 de febrero de 2010

"País Digno"


Ayer un buen amigo me preguntó sobre el gesto que el ex-presidente del Reino de España D. José María Aznar - dominador imperioso de nuestro país entre 1996 y 2004 - dirigió a unos estudiantes de la Universidad de Oviedo, que le tildaban de fascista y terrorista entre otros calificativos. La respuesta devino rápida, en proceso desde hace unos días en la cabeza, aunque la cuestión fuese inesperada: "considero que es muy digno de este país haber tenido un presidente como él". Algo cacé de mi buen amigo de "el puto amo" como reacción. Juego con ventaja. Lo siento. Mirar al pasado con afán de hacer justicia provoca este tipo de frases provocadoras. Algun@s dirán que fue la corrupción del PSOE lo que le llevo al poder. Otros que algún cambio era necesario. Lo más tenebroso fue cómo obtuvo su segundo mandato: mayoría absoluta que le hizo a uno plantearse entre qué compañer@s de viaje se encontraba.
Y cómo perfilaba sus expresiones, su forma de vestir, de llevar la nación y tratar la diferencia, si de vez en cuando se dirigía a ella. La frase "cada país tiene lo que se merece" resulta familiar. Y también funciona como buen recurso. Much@s dirán que llevó a España a rendimientos económicos inmejorables. Lo cierto es que supo - con sus colaboradores - mirar dentro del alma miserable del español pequeñoburgués y ver sus deseos más vitales: "en casa, como en ningún lugar". Y así se organizó la vida del país. En torno a la casa. Ni Otto Brunner lo hubiera visto mejor. Si ya en los últimos años de la presidencia de D. Felipe González se fue acentuando la potenciación del suelo como fuente de rendimiento, con Aznar y su equipo se convirtió en la llave del crecimiento económico, del pleno empleo y de nuestro enganche sin demoras ni complejos al "american way of life". Y quizás esto se producía sin vinculación directa a un gobierno de derechas o pseudo-izquierdas. Sólo que estos lo potenciaban más. De repente todo el mundo se hipotecó, se abrieron puertas de casas nuevas, de chalets sobre todo, se regaban jardines y se llenó todo de coches, perros y carros de bebé. El didáctico "España va bien" sirvió de lema para aupar a unos y denostar a otros, mientras la izquierda languidecía lentamente, de forma triste, en algún callejón de una oscura ciudad. Y quizá supo leer en el corazón tacirturno, orgulloso y perezoso del español que no desea otra cosa que la grandeza trasnochada, el borbonismo-austranismo ibérico, el susurro franquista de una grande y libre. Porque en este país la izquierda se ha autoaniquilado. Entre las buenas formas, el miedo a sí mismos, los conflictos internos y el sindicalismo vertical tardofalangista parece que han adoptado un discurso complaciente, de meterse pero no demasiado con el pasado, de mirar con recelo pero no con el suficiente a los aliados del franquismo, como la Iglesia (1) y el Ejército.
Este señor se llenaba la boca de expresiones de grandeza mientras su voz sonaba forzada, casi en forma de pito, como si se diese cuenta de que es demasiado pequeño para decir enormidades de tal calibre. El causante  de esto es el complejo de hacerse ver. De esta misma guisa, nos llevó a jugar entre los grandes, entre los potentes, a hacer guerras, como antaño, a reconquistar el imperio perdido, veáse nuestra gala y altura al colaborar fielmente con Estados Unidos, Reino Unido y algunas naciones más en la II Guerra de Irak, defender Perejil e intervenir favorablemente al intento de golpe de Estado contra Chaves.
Y su derrocamiento vino por sorpresa por avaricioso, por pensar "me voy y encima dejo a uno que ni siquiera podría gobernar", "me voy habiendo hecho historia", "conmigo España ha sido grande de nuevo" y por mentir deliberadamente a una ciudadanía que despertó de su letargo tan sólo por un par de días. Y despertó porque ya era drástico el aprovechamiento de nuestra pasividad, porque la chulería ya era extrema. Era como situar la dama sin defensa a la caza de otra pieza creyendo que seguiría viva, que podría dar mate al rey sin estar resguardada. Por suerte quisimos despertar. Pero pronto nos dió por dorminos de nuevo, como con el tamayazo.
Después llegó su vida y discursos en las universidades estadounidenses, la recompensa por su ladrido de alegría ante las caricias del junior de los Bush, su crítica en el exilio, su mirada de grandeza, de casi Dios. Y también tendríamos sus veranos de las FAES, sus ataques contra los defensores del cambio climático y sus invitaciones a negadores del Holocausto. Vuelve otra vez a ajusticiar, que es lo que le gusta. A usar su espada de Damocles para mostrarnos que fue un buen padre, que nos alejamos de su camino.
Pero nos lo ganamos a pulso. Ahora sirve de poco insultarle desgañitadamente, porque a ello responde con la arrogancia de la cual le dotamos al ponerle en la Presidencia, con la mala educación y grosería de una política ciudadana ciega, pequeñoburguesa, temerosa, conservadora, todavía envuelta en complejos de pequeñez y poca virilidad ante los grandes de Europa.
Señal de nuestro carácter peninsular, de creernos el ombligo del mundo, deviene este hombre mediano, visualmente previsible, de formas imperiales, de bigote dictatorial. Quizá el discurso franquista caló tanto que lo echabamos de menos, que nos resultó próximo, cercano. Por eso este gesto mide nuestra elección.  
             
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NOTAS:
(1) Algun@s dirán que en los últimos años tiene lugar una cruzada contra los católicos. Como si les persiguiesen por las calles o les marcasen con algún brazalete. Lo que ocurre es que les molesta no hablar tan libremente. No dictar sentencia, que es a lo que están acostumbrados.

jueves, 4 de febrero de 2010

"Avatar" o el ¿cine del futuro?


Título: Avatar.
Director / Guión: James Cameron.
Producción: James Cameron, Martin Landau y Rae Sanchini.
Duración: 162 minutos.
Música: James Horner.
Interpretes: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Michelle Rodríguez.
Nacionalidad: Estados Unidos.
Distribuidora: 20th Century Fox.

Menudo revuelo. James Cameron siempre lo hace. Está en su carácter. Y a uno le puede o no gustar su manera de plantear y ejecutar sus películas, pero ha de reconocérsele el esfuerzo, su testarudez por ofrecer algo nuevo, revolucionario. Desde sus comienzos en la escuela de cine de Roger Corman aprendió fotografía y técnicas de efectos visuales y poco a poco empezó a adueñarse de todos los campos y especialidades que rodean la producción de una película. James Cameron monta, produce, escribe y dirige sus films. Y lo hace a conciencia, sabiendo que sabe de todas estas ramas. Más de uno ha tenido que salir de sus películas porque no hacía lo que deseaba (1).
Tras algún que otro bandazo (Piranha II), se lanzó a una producción personal, de corto presupuesto y que a la postre revolucionaría el cine de ciencia ficción. Sin Terminator (1984) no tendríamos Matrix (1997). Así de contundente, pero así de claro. Rápidamente le ficharon para la continuación de Alien, el octavo pasajero, a pesar de ya tener el guión escrito hacia dos años (2). Tras el éxito de calidad y taquilla, tanto él como productoras y distribuidoras echaron el resto con Abyss (1989) (3). Desde aquella, ha realizado cuatro películas (4); Terminator 2: El Juicio Final (1991), Mentiras Arriesgadas (1994), Titanic (1997) y Avatar (2009), con casi 13 años de diferencia entre las dos últimas. Todas ellas éxitos de taquilla, todas ellas con innovaciones de más o menos renombre en el campo de los efectos visuales. Parece que esto le ha generado mala fama entre los críticos, los cuales no van más allá del cine de culto o los director@s renombrados para reconocer la calidad. Si bien es cierto que como guionista puede dar más de sí, nadie le puede negar saber narrar una historia, sobre todo, si se tiene en cuenta su ambición. En mi opinión, es lo primero que debemos tener en cuenta para analizar sus films, sobre todo, los dos últimos. Podemos contar con creador@s cuyas pretensiones sean pequeñas y hagan productos redondos. Pero las metas de James Cameron son tan grandes que ya de por sí hemos de darle un aprobado o un "pasen y vean". Porque al final muchas personas se han acercado a Avatar, porque lo ha vuelto hacer de forma innegable: desafiarnos a todos para que reconozcamos su esfuerzo por entretenernos, por disfrutar. Y sí, no le pidamos más a su cine. ¿Pero qué es el "más"? ¿Planteamientos filosóficos-sociales que a veces son meras excusas del film para introducir moralina o discursos de sus creadores? ¿Planos o guiones extraños o variopintos para dar el pego de que son independientes y a contracorriente? Si lo consideramos un poco, también James Cameron va a contracorriente. Es más, va dos pasos por delante.
Y si atendemos a Avatar tenemos que enfrentarnos a su desafío: ¿es éste el cine del futuro? ¿Es la interactuacción en 3D, la vinculación entre espectadores y película, el futuro del drama? Considero que no es necesario realizar algo en 3D para que el nexo entre escena y público sea completo. Pero creo que los objetivos de esta película no van por ahí. Se trata de plasmar fantasía y belleza. En ese sentido, salí del cine afirmando que no había visto nada más "bello". Y es cierto. Y por más que algunos críticos afirmen que hay más dramátismo en cualquier película de Murnau, Welles o Lang (esto, hay que decirlo, queda muy bien en diarios tan consagrados como El País), Avatar cumple su cometido: ofrece algo nuevo y fantástico. Cierto que el guión es sencillo y que el final en plan mantra corporativo choca un poco, pero uno sale a gusto de la sala, sabiendo que ha disfrutado de un ejercicio espectacular de cine. No obstante, le pongo alguna que otra pega: podría haber tenido una mayor introducción acerca de Pandora y la presentación de personajes (a un ritmo que ya pudimos ver en Aliens, El Regreso), un trazado algo simple de algunos personajes y, sobre todo, alguna que otra resolución facilona a la hora de plasmar el enfrentamiento entre explotadores / explotados. Algunas ideas apuntan, pero se quedan en nada: como la vinculación psico-física entre criaturas y Nav'y. Por último, el doblaje al español es bastante pobre, sobre todo, en algunas expresiones cuasi adolescentes, fuera de lugar. Resulta algo cómico ver a una criatura de casi tres metros decir: "chachi" o "guay". En fin, que esperaré, eso sí, con más tranquilidad, su próxima película, sabiendo que tras Avatar sus próximos pasos serán más pequeños. Y sin embargo, ¿qué más nos tendrá reservado?     

NOTAS:
(1) En Aliens el Regreso el primer director de fotografía tuvo que marcharse al no seguir sus indicaciones sobre la luz natural que quería Cameron se viesen en algunas escenas. Fue sustituido por Adrian Biddle.
(2) Tras el éxito de Terminator decidieron apoyarle en la dirección de Aliens  
(3) Primer y único tropiezo importante de Cameron tras las cámaras. No obstante, supuso un avance en cuanto la aplicación de imágenes diseñadas por ordenador a las películas. Podríamos decir que el tentáculo de agua precede al T1000 y a los dinosaurios de Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993).
(4) A uno le da por decir cinco, ya que Días Extraños (Kathryn Bigelow, 1995) le debe a Cameron nada menos que la producción, el montaje y el guión.      

martes, 12 de enero de 2010

"Algo pasa en Hollywood" (Diciembre de 2009).





Título: Algo pasa en Hollywood.
Director: Barry Levinson.

Intérpretes: Robert De Niro, Catherine Keener, Michael Wincott, Stanley Tucci, John Turturro, Robin Wright Penn, Sean Penn, Bruce Willis.

Guión: Art Linson.

Duración: 104 minutos.

Productora: Tribeca / Linson Films.

Distribuidora: Universal Pictures.

Año de producción: 2008.

Con este sugerente título que recuerda a El juego de Hollywood (The Player, Robert Altman, 1992), se estrenó a inicios de diciembre esta “dramedía”, o comedia-drama. Si bien la cinta de Altman mostraba a las claras los problemas de los guionistas y productores con un magnífico Tim Robbins a la cabeza del reparto, la nueva película de Barry Levinson se presenta como una mirada ácida en torno a la producción. He escrito se presenta adrede. Con el paso de los minutos lo ácido se limita a ser socarrón en algunos momentos y burlón en otros. Y poco más. Uno no puede dejar de sorprenderse con qué facilidad se hacen productos aparentemente críticos para complacer cierto olor a podredumbre y falsedad que habita entre los pasillos del cine estadounidense. Básicamente, se señala con el dedo el uso de las drogas legales, es decir, antidepresivos, excitantes y un largo etc., la manipulación de los productores ejecutivos y distribuidores sobre las decisiones de los supuestos creadores, y los problemas relacionales y personales que se sufren al vivir sometidos a tanta presión.

Digamos que arranca de forma divertida y de manera simpática los actores se desenvuelven en sus personajes, aunque no con originalidad. Pero poco a poco el ritmo va decayendo al ver uno que la crítica no va ir más lejos.

El punto crucial de la crítica se centra en la creatividad, en su supervivencia. En ella, el poder juega un papel vital, ya que, según deducimos del complaciente final, contra más creativo es uno, contra más quiere salirse de las redes que le maniatan, más poder pierde, se encuentra más apartado de las decisiones y de la aceptación. Y así, se trazan dos miradas harto sencillas para dos elementos que merecen un trato algo más complejo. Primero, personalmente opino que el problema principal del cine actual es la falta de creatividad, no su opresión. Segundo, el poder es más que el control que ejercen unos sobre otros. Cuando se ejerce el poder se puede obtener algo positivo, mejor que lo anterior. Por tanto, la feliz resolución sobre la libertad de expresión y la creatividad salva a los creadores de la propia película de su olor al poner un perfume de rosas en un cuerpo que huele a sudor y azufre por los costados.

Barry Levinson se ha distinguido en ocasiones por hacer un cine burlón, inteligente y dinámico, como demostró en Good Morning Vietnam (1987), Rain Man (1988) o La Cortina de Humo (1997), pero también brutal y descorazonador: Sleepers (1996) (1). Por lo demás, su vena prolífica le ha llevado a realizar numerosas películas en veinticinco años, tocando diversos géneros (2), pero siempre haciendo un cine pretendidamente inteligente, que trata con mimo, o por lo menos lo intenta, tanto a guión como a actores. No obstante, a pesar de que su mirada burlona y crítica parece mostrarse, lo hace de manera cómoda, sin acusar demasiado, sin que el cuchillo al final corte el brazo, es más, sin hacer poco más que un rasguño. Ese el fue el caso de Good Morning Viertnam y, sin dudas, es el caso de Algo pasa en Hollywood. En aras de la defensa y loa de la originalidad y libertad de los creadores se zambulle con su guionista (3) en un final que puede hacer gracia a primera vista, pero que pica cuando uno sale del cine, viendo como los que están en el mundillo salen contentos, a gusto con la defensa de sus ideales, mientras los malos son los otros, los que tienen el poder.

A esto hay que añadir que los actores que supuestamente se interpretan a sí mismos lo hacen o bien de forma exagerada (caso de Bruce Willis) o bien de forma ausente (caso de Sean Penn) (4). Y ambos, cree uno, salen para dar caché al producto a nivel comercial y como un favor de amiguetes.

En conjunto, salí decepcionado, contento con algunas escenas bien rodadas, pero con un especial cabreo contra unos creadores que se siguen resguardando en el control que parecen sufrir, cuando las mayores limitaciones creativas vienen de ellos mismos.

NOTAS:
(1) Personalmente, creo que es su mejor película.
(2) A él se deben productos tan dispares como El secreto de la pirámide (1985), Bugsy (1991) o Toys (1992).
(3) Art Linson, igualmente productor, que ha dado a luz películas como Los Intocables de Elliott Ness (1987).
(4) Quien quiera ver a Sean Penn en esta película que se busque otra.