lunes, 24 de mayo de 2010

"Oye cómo va, mi ritmo..." (Estado de la cuestión del país). Capítulo I.

Desde hace varios meses voy hilando diferentes discursos en la cabeza. Algo sobre la crisis,
sobre cómo está el mundo, argumentar contra el gobierno de la Comunidad de Madrid y "la pasión rubia",
plasmar el panorama de una pequeña ciudad-dormitorio, en la que ya no vivo, pero en la que desde luego veo cambios sustanciales en la "ideología", conversaciones con familiares y amigos sobre las inquietudes del momento... Al final, haciendo honor a mi ansia de totalidad, he decidido unirlos todos en uno. Algun@s me acusarán de determinista. Y pensándolo bien, el determinismo es uno de los planteamientos principales de la occidentalidad, por mucho que en la época postmoderna se hayan querido deshacer de él. Todo a una misma raíz, un mismo culpable, alguien que tira de los hilos, un único inicio para el éxito o el fracaso, un acontecimiento principal del que derivan los demás. Piedra de toque en los análisis, ¿qué fue la causa? ¿qué rodó primero? ¿Huevo? ¿Gallina? ¿Felipe González? ¿José María Aznar? ¿PP? ¿PSOE? ¿Esta sí? ¿Está no? Sin ánimo de continuar con este absurdo, intentaré por una vez acudir a diferentes vías, aunque a priori
he de admitir querid@ lector@ (si alguien lee esto), que no sé por dónde terminará ésta diatriba.
Citaré al Jim Garrison de Kevin Costner para comenzar: "¿y si improvisamos para comenzar?" (1)
Considerar que la caída de la Unión Soviética puede ser una de las causas no es una idea descabellada. Si es por agradecer, el "mundo libre" le debe lo que se denominó "estado del bienestar". La desaparación definitiva de la URSS pudo llevar a una especulación demasiado libre con la riqueza y a la confirmación de un razonamiento tan peligroso como reconfortante: "ya hemos llegado a nuestra meta", "el enemigo ha sido derrotado", nuestro tipo de vida ha vencido. Y en el horizonte de lo nuevo... Nada. Ya lo conseguimos. Y de esta guisa: ¿qué otra cosa horrible nos puede ocurrir? Razones no les faltaban a aquellos que apoyaban esto: la clase media agradecía coches, pisos, viajes, procreación, cultura de masas y cobrar hasta la muerte (los que podían claro), la clase política veía como su triunfo significaba el de toda la nación y por ende simplificaba el papel que se le había otorgado (a ningún desafío, ningún reto, menos responsabilidades), los medios de información transformaron su discurso en comunicación, datos sobre datos, morbo sobre morbo, aquí y allá, todo eran nombres sin ningún sentido, pero con la intención de asustar, abrumar, desconcertar y acumular. Todo era consumible, pues el consumo habia triunfado. Y entonces el dinero, que si bien ya se movía de aquí para allá y no era fijo del todo - recordemos a Gordon Geko (2)- se convirtió en algo virtual, estaba en varios lugares a la vez, iba y venía, mentía a pesar de lo que marcaban los dígitos. Se acabaron las cartillas del banco y el pagar al contado. Se podía cobrar por cuenta y de forma domiciliada (3). El tipo de vida se uniformó: una sola dirección - recordemos dos grandes finales de la historia del cine británico: El sentido de la vida (Terry Jones, 1983) y Trainspotting (Danny Boyle, 1996).
Y cierto que en un par de momentos el ecúmene mundial se tambaleó (4), pero no podemos considerar ni un solo momento que lo que ocurre ahora es comparable con aquellas. Ni siquiera heredera. En pocas palabras, en mayor o menor medida, la riqueza de las naciones se ha transformado en efímera, en pura especulación. Hemos llegado al punto de que lo virtual necesita la materia. Y ahí el dinero faltó, no existía - recordando Sospechosos Habituales (Bryan Singer, 1995) - "se esfumó". Y mientras tanto, guerras por aquí y por allá, claras mentiras, acontecimientos velados y ocultos, una clase media que en muchos países de Europa se va endeudando poco a poco a base de confianza y palomitas, unos mass-media que lo acaparan todo, un proceso de encerramiento en la vida social, de enclaustramiento y miedo a lo distinto, y una transformación de las experiencias vitales en algo así como la Coca-Cola o la hamburguesa, algo que está rico, con mucho azúcar, que llena, pero que deja gases en el estómago.
Y en esto, mi país: este aborto de estado-nación llamado España, o Reino de las Españas, si queremos ser más puntillosos y ahora que nuestro monarca se ha recuperado de su operación y vuelve a "sus funciones". Y digo aborto, o criatura - cuando escribo esto se viene a la mente el "bebé" de Estoy vivo (Larry Cohen, 1974) - no porque deseo que este país sea una nación como ¿Dios? manda, sino por contraste. No ha llegado a construir lo que otros sí (5). Desde la Constitución y la Democracia se ha apuntado a un juego tremendamente peligroso que ha terminado por colocarle en una delicada situación. Este juego ha sido el depender de muy pocas fuentes de abastecimiento. A saber: el suelo, el turismo y la cantidad de mano de obra en activo. Y durante este tiempo, a nivel identitario se ha limitado a copiar modelos, simplemente, un corta y pega que se dice en el argot informático. Y cuando ha intentado construir uno propio acudía a un sentido de la historia basado en lo kistch y consumible, en la justicia y lo innombrable (6). Y no sólo esto era así, sino que se potenció (7). El cambio de la Ley del Suelo puso patas arriba la política de la gestión de un país y el "España va bien" nos llenó las bocas. Tampoco el periodo 2004-2008 supuso muchos cambios en ese sentido. Quizá algunas medidas se tomaron, pero fueron insuficientes, no valientes, quizá porque no se quería ver el abismo al que nos acercábamos.

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(1) JFK, Oliver Stone (1990).
(2) Wall Street, Oliver Stone (1987).
(3) Por supuesto que esto ocurrió antes de 1991. Al principio del texto, avisé de que no todo se podía deber a una sola raíz.
(4) Crisis de 1992 y 1997.
(5) Lo que no quiere decir que lo que otros hicieron fuese bueno o malo. Lo más posible es que la creación de la identidad nacional llevase a Europa y el mundo a dos cruentas guerras de las que todavía no nos hemos recuperado.
(6) Básicamente, me refiero al franquismo. Un regreso a los valores morales-políticos que sostuvieron el franquismo y dieron cierta "bonanza" económica a partir de la década de 1960. Digamos que la facción conservadora y tardo-franquista es consciente de ello, pero no lo dice, lo oculta, lo deforma, lo disfraza, o simplemente lo llama "de centro" o liberal. Aunque recientemente algún que otro que colaboraba con "Intereconomía" confesó ser "muy de derechas". A todo esto: ¿alquien me puede explicar esa expresión?
(7) El progreso y el estar en Europa supuso una única dirección: turismo y suelo, y poco más. Puedo añadir más: falta de inversión en infraestructuras, menosprecio de la clase universitaria, degradación de la enseñanza, aniquilación de la conciencia trabajadora a favor de sindicatos verticales y gordinflones, ensalzamiento de las clases políticas a nivel de intocables, fraccionamiento del sentido del poder y falta de coherencia e interés en la crítica a los medios de comunicación.