jueves, 28 de abril de 2011

Impulso

Tirón. Empuje. Sensación de ir hacia lo desconocido. Incertidumbre, miedo y excitación. Es extraño no sentirlo en estos tiempos y espacios en los que el corazón y los sentidos son expuestos a situaciones límite. Al borde del abismo, un@ puede dar un paso atrás o tirarse. ¿Mantenerse? Podría interpretarse como un estado de cobardía permanente, pero quizá lo sea más ir hacia atrás con la mirada llena de miedo y nostalgia, haciendo del pasado una fortaleza.
          Si alguna vez se logró cierta situación de equilibrio -conseguida a través del sufrimiento de otros- ahora estamos expuestos al desafío de la decisión, del atrevimiento ante la injusticia y el abuso de poder.
          Desde su creación, el Estado Moderno nunca estuvo cerca de sus súbditos y/o ciudadanos. Y no es que de él emane el poder, pero desde un principio se hizo y quiso hacer garante de salvaguardarlo y distribuirlo, negando esa posibilidad a otras partes del cuerpo político, que a su vez reclamaba derechos y huecos dentro del espacio público. Tan solo las "revoluciones" pusieron de manifiesto que el poder no es solo asequible, sino modificable y diverso. En algún punto, en el mundo anglosajón y europeo se ha producido una excisión drástica entre ciudadanía y Estado que va en aumento y que transforma nuestro día a día en un sufrimiento innecesario, ineludible y constante.
          ¿Tuvo que ver en parte la idealización del Estado del Bienestar?¿Podríamos haber exigido más? Viene a la cabeza una imagen. Espero que sirva de ejemplo: un anciano echando migas de pan a un cotarro de palomas. Durante tres décadas (1960-1990) sirvió para calmar, apaciguar, incluso, dormir los ánimos. Ahora que ni siquiera el anciano tiene para comer, las palomas se pelean entre ellas, sospechan, en vez de tirarse a sus ojos.
           Primera lección: el Estado es vulnerable (1). Y ahora más que nunca, por eso duda de los ciudadanos y recorta derechos, añade obligaciones, extiende su control mediático hasta el absurdo. No se trata de un totalitarismo antiguo, sino que es sibilino, se mueve por redes, creando pequeñas esferas de manipulación, un monstruo de miles de ojos y no de uno solo. Asimismo, es débil, pues debe tanto a sus acreedores que ya hace mucho que no es él, que delegó sus funciones en ellos. Adicto a la imagen pública, no puede ni quiere reconocer errores ni tampoco sus dependencias. Mostrar su fragilidad significa admitir que no es capaz de todo, que hay flancos desguarnecidos y, ante todo, quiere demostrar su fuerza, su avance imparable cueste lo que cueste, "y cueste lo que me cueste" - si se me permite parafrasear a nuestro Presidente del Gobierno.
            Y nosotros, en vez de atacar a viejo y acreedores, seguimos mirándonos con recelo, peleándonos por los gestos de un mismo rostro, sintiendo las injusticias y abusos en forma de culpa o bien ignorándolas. Es posible que ese haya sido el mayor triunfo de aquellos a los que hemos ascendido a la esfera de las decisiones vitales: que nos sintamos culpables de su despilfarro y codicia. Encajados, sumisos y llenos de tedio, seguimos al limite, solos, desconfiados, agotados mientras luchamos por migajas.
             Sin Limites (Neil Burgess, 2010), película que ví este sábado pasado, es irreverente y arriesgada en el formato, pero en el fondo parecía contenerse, siendo consciente de lo que podía desatar e inspirar si no andaba con cuidado. ¿Es el que el cerebro en plenitud de potencial solo puede pensar en dinero, poder y capitalismo?¿Es el saber algo en sí o viene de muchas partes y a la vez cambia por ello?
            Tirarse, provocar algo inesperado y necesario a la vez. No podemos seguir esperando a lo ya conocido. El impulso es nuestro látido, es seguir hacia delante y arriesgarse, decir bien alto lo que merece gritarse a unos oídos llenos de cerumen, enfrentarse a una mirada llena de indiferencia y cinismo.

NOTAS:
(1) Entender el Estado no solo como el partido que se encuentra en el poder, sino a todos los que componen el hemiciclo y la burocracia que lo hace funcionar. No se trata pues de tirarlo todo y hacer uno nuevo, sino atacarlo desde sus entrañas. Hemos de reconocer que dentro de lo que comunmente entendemos como "política" hay profesionales que se lo toman muy en serio y creen en la ciudadanía que les ha concedido la oportunidad de gestionar la "casa". Pero también debemos hacer un esfuerzo por asumir nuestro papel dentro de la comunidad pública, pues nosotros también somos poder y tenemos nuestras responsabilidades, que van mucho más allá del mero acto de votar cada cuatro años.          

sábado, 16 de abril de 2011

En defensa del ateísmo

Soy ateo porque no necesito a Dios. Soy ateo porque ya lo he matado dentro de mí. Soy ateo porque todo aquello que defienden los católicos no tiene cabida en el siglo XXI. Soy ateo porque no me doy de latigazos con la culpa y la envidia. Soy ateo porque no voy en ayuda de un sacerdote para que me diga quién soy y dónde debo ir. Soy ateo porque hace tiempo descubrí a Maquiavelo y poco después a Nietzsche. Soy ateo porque me parece lógico lo que defendía Arriano. Soy ateo porque presiento la mentira de la Iglesia católica, su eterno girar en torno a la magia barata y la superstición. ¿Las santas formas? ¿Es que Platón hablaba de madera cuando se refería a ideas? Soy ateo porque hay una contradicción entre el Jesús que defienden y los actos que hacen. Soy ateo porque soy un ciudadano y asumo mi muerte. Soy ateo porque no tengo miedo a morir. Soy ateo porque no tengo miedo a la vida y ayudo a los demás sin convencerles de que el amor que les doy no es mío. Soy ateo porque sé que Dios, de existir, nos odia. Soy ateo porque mi "civitas dei" está en la tierra y no es "peregrina". Soy ateo porque es el reflejo que veo por las mañanas lo que crea más preguntas y da respuestas y no arrodillarme dentro de una caja de madera oscura y ante un rostro que no quiere verme. Soy ateo porque la realidad me ayuda a encontrarme y encontrarla. Soy ateo porque no veo en la Iglesia más que la historia de otro "Estado", cuyo presidente se asienta en la confianza ciega de personas que temen vivir, que temen sus propias cuestiones. Soy ateo porque mi "fe" se alimenta de un mundo que es cambiante y no circular. En defensa del ateísmo y una vida sin mortificaciones, en defensa de verdades claras y no encubiertas, en defensa de ideas basadas en el contraste honesto y no una la maraña teológica y absurda, ahora más que nunca, en este punto en el que saben de su declive, soy ateo porque tengo futuro.