martes, 18 de agosto de 2009

ZODIAC, David Fincher (2007).



Título: Zodiac.
Director: David Fincher.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo & Robert Downey Jr.
Duración: 151 min.
Año de producción: 2007.
Producción: Phoenix Pictures
Distribución: Warner Bros Pictures & Paramount Pictures.
Seguimos con cine. De momento dejaremos las experiencias vitales en silencio. Uno prefiere producir acercamientos culturales. O por lo menos, rodeos. Hoy le toca, en mi opinión, a uno de los hitos cinematográficos de la década. Única película que hizo frente a Spiderman 3 (San Raimi, 2007) en taquilla, cosechó aplausos y buena acogida no sólo en el Festival de Cannes de aquel año sino también entre los críticos de la prensa cinematográfica. Pondremos algunos ejemplos: "Densa, obsesiva, rara y notable 'Zodiac'." (Carlos Boyero: El Mundo); "Fincher vuelve a poner patas arriba el género con la, digámoslo ya, obra maestra 'Zodiac', reinvención del asesino en serie desde la vía de la austeridad, desde la óptica del compromiso total del autor con el material que está manejando". (Javier Ocaña: El País); "Un magnífico ejercicio cinematográfico para un inexistente thriller. (...) Fincher mantiene descolocado al espectador toda la película, del mismo modo que Zodiac a la policía" (E. Rodríguez Marchante: ABC) (1).
Mucho más allá de corroborar lo señalado en tales frases, me agarraré a las sensaciones que sentía en mi interior, que se revolvían, como una digestión densa, y que se prolongaron hasta varios días después de asistir a la proyección. A primera vista puede parecer que Fincher se limitaría a repetir los paramétros que le brindaron el éxito en Se7en (1995). Pero no, el chico tiene talento, así que, más bien, reniega de ellos. Destruye cualquier atisbo de claustrofobia, de horror y esteticismo, para mostrarnos un film realista, incrustado en los 20 años en los que transcurre la historia, cuyo argumento gira en torno a la búsqueda, la verdad y la obsesión. Con una fotografía y montaje que nos llevan a Todos los hombres del presidente (Sydney Pollack, 1976) y con guión adaptado que recuerda a JFK (Oliver Stone, 1991), Fincher le suelta en la cara al espectador@ la posibilidad de la verdad, de dar con ella, a través del esfuerzo, el derrumbe emocional y del sacrificio. Independientemente de la tensión y forma de narrar, de momentos memorables como aquella entrevista a una voz distorsionada, el ataque a la joven pareja en el lago o ese final tranquilo / trepidante en el que la conversación entre el detective David Toschi y el joven dibujante Robert Graysmith lleva al espectador@ a un hilo que se ha estado tegiendo durante todo el metraje y que se revela brillante, en tensión, la película se pegó a mi carne por la identificación directa que tuve con el acto de investigar, de buscar la verdad, de ser una araña. Algún que otro lector recordará una conversación sobre la verdad y la historia y no sé si le mencioné está película, pero desde ella reconsideré los puntos de vista sobre el "relativismo histórico". En esa mirada mutua de Toschi y Graysmith en la cafetería encontré consuelo, un ir hacia delante, un creer en el fruto de preguntar a lo de fuera y dentro, un agarrarse a un constructo cultural basado en fuentes reales, cotejadas de forma veraz y crítica. Quizá me haya dejado arrastrar por la ilusión, pero, para mí reside ahí el verdadero valor de la película. No obstante, alejándonos de un punto de vista tan personal, considero que es un ejercicio elegante de cine, de estilo, de saber llevar una historia con un objetivo muy claro, a pesar de que en algunos momentos, pueda caer la tensión o la conexión con los personajes si no somos proclives a ver cine desarrollado con cuidado, hilando fino si me permiten la expresión.
(1) www.filmaffinity.com/es/film300908.html

domingo, 16 de agosto de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS, Michael Mann, 2009



Enemigos Públicos.
Director: Michael Mann.
Intérpretes: Johnny Deep, Christian Bale, Marion Cotillard, Steve Graham, Billy Crudup.
Música: Elliot Goldenthal.
Guión: Ronan Bennett, Ann Biderman y Michael Mann.
Año de Producción: 2009.
Duración: 146 min.
Distribución: Universal Pictures.

Después de desear publicar comentarios sobre tantas películas, me sorprende que está sea la primera. A pesar de los agregados en un blog de un apreciado amigo, podemos decir que inicio camino aquí. Cineasta que ha sabido leer el lenguaje fílmico posmoderno como pocos, Michael Mann no se limita a presentar una narración sin más. Con aire épico y retro, se adentra en los Estados Unidos post 29 a partir de una película de gansters y tiros "realistas", vidas personales, introspección psicológica y un poquito de atrevimiento, de mirada certera a cómo evoluciona la cultura / política estadounidense a partir de la década de los 30´. No muy contento al principio, ya que recuerda en exceso a Heat (Michael Mann, 1995), el film fue mejorando conforme su mirada mostró algo más que delicuente romántico / dandy y polícia serio / profesional. Me refiero: a la pequeña daga que clava en la figura de J. E. Hoover y todo lo que representó en la vida política / pública estadounidense entre 1930 y 1970. Como en mi anterior nota, Mann apunta a una política basada en el control, difusión y consumo de la imagen y en el poder que ejerce el vocabulario directo, generador de extremos, sostenido solamente en dos colores: blanco o negro. Los actores / actrices: correctos, constreñidos en algunos momentos a plantemientos ideales sobre sus personajes, sobre todos los principales. Gran sorpresa se lleva uno con Marion Cotillard y con algún secundario de los 90' que ya daba literalmente por muerto, como Steven Dorff. En muchas ocasiones diálogos ágiles, basados en la situación y el efecto de la palabra, en las frases contundentes y cerradas, la épica se encierra en bellas imágenes (fotografía, música, cámara, vestuario, montaje crean escenas realmente para el recuerdo) y su pretendida "realidad". Porque nos supera a todos y nos comprime en acontecimientos extraordinarios, en todos los sentidos. Sin duda, cuando más disfruté fue con ese final de 10 minutos, en los que el personaje de Dillinger reflexiona sobre su espectacularización en el cine, viéndose a sí a través de Clark Gable, mientras Purvis prepara su redada entre colores amarillos, verdes y negros. Otra vez, no sé si Mann y sus guionistas son conscientes, se palpa el constructo de cómo se gesta la memoria identitaria estadounidense, mucho más en el cine que en los libros o planteamientos filosóficos escritos, en el cómic o la televisión sobre los monumentos y aconteceres "reales" de la Historia. Me recordó a cuando el detective David Toschi en Zodiac (David Fincher, 2007) observa como se difunde y consume el miedo / histeria de la sociedad estadounidense a través de Harry el Sucio (Clint Eastwood, 1971). Cine sobre el cine, memoria e identidad sobre realidad, quizá sean los mayores aciertos. Sin ser, en mi modesta opinión, su mejor película, Michael Mann vuelve al sendero de la crítica política que ya tramó en El Dilema (1999), con fuerza y aires de grandeza. Viendo lo que hay en cartelera este verano, y todos, quizá sea de lo mejor que uno pueda ver hasta la llegada del otoño y el invierno, época siempre de mejores películas. ¿Será por el frío?

DE ALEMANES A NAZIS. 1914-1933, FRIETZSCHE, Peter. Siglo XXI Editores. Madrid, 2006 [Harvard, 1998].


Escrito a finales de los 90', diez años después de la reunificación de Alemania y poco antes del rumbo hacia un nuevo tipo de totalitarismo de los estados europeos durante la primera década del siglo XXI, la obra nos advierte del peligro de analizar la Historia a primera vista, incluso a segunda y, por otro lado, de la fascinación que ejerce en la imaginación política comunitaria la idea / espectáculo de nación y su consumo. De un lado a otro, Fritzsche intenta mostrarnos una perspectiva cromática, a modo de crisol, por el que desentrañar este periodo en particular de Alemania. Lo primero que debe llamar la atención es la horquilla cronológica: 1914-1933. Me gustaría preguntar por qué al lector@. Gran parte de la mitología sobre la II Guerra Mundial, el III Reich y la bienintencionada pero malograda Republica de Weimar se agarra a lo siguiente: el Tratado de Versalles, el Crack del 29, la desnaturalización de las democracias durante la década de 1930, e incluso, desde una perspectiva macro, la intromisión de las masas populares en la política (1). Pero no, al contrario que gran parte de la historiografía contemporánea Fritzsche arranca de la raíz, no se atiene al trauma bélico, sino a uno previo, y que además no sólo abarca a Alemania. Porque, si me permiten la expresión, Europa estaba - ¿y está? - enferma de nacionalismo durante en el transcurso de 1890 a 1914. El espectáculo grandioso de la nación como fantasía delirante, como distorsión de lo "sublime" que debe arrastrarlo todo. A ese respecto, Karl Schlögel nos habla de la obsesión de la nación alemana por el espacio, pero también del olvido, de haberse convertido en tabú en el vocabulario científico por lo que implicaba "repensarla" (2). Podemos contemplar dos ramas de esta obsesión: transformación de la nación en fervor por la posesión y amplitud de territorio, por la construcción de la Germania moderna-industrializada-campestre por un lado, y por, otro, de su visualización en todo tipo de productos modernos de consumo: radio, ilustraciones en las tapaderas de cajas de bombones, cine, motos, camiones, coches - Volkswagen - cremas limpiadoras de piel, la fotografía, la música, turismo... De forma breve - el ensayo apenas pasa de las 250 páginas - y con una presentación sencilla pero a la vez original - a través de fotografías en blanco y negro en tres fechas concretas, 1914, 1918 y 1933, en una de ellas, aparece, un joven Adolf Hitler, diluido pero a la vez imbuido en una nación amasada en comunidad cantando, literalmente, por la declaración de guerra en 1914 - Fritzsche "deconstruye" el devenir comunitario de Alemania en ilusiones y decepciones políticas centradas en la idea de nación y su disfrute. Señalando con el dedo, acusando y extendiendo las miras, su explicación del triunfo del nacionalsocialismo se resume de esta manera: "comprendía un programa de regeneración cultural y social, basada en la superordenación de la nación y el Volk, y estrechamente modelado en el espíritu público y la militancia colectiva de la nación en guerra" (3). Contiene muchas más revelaciones sobre el atractivo del NSPD y el espíritu alemán en la Europa post-crack, en algunos de los ministros de exteriores destinados a Alemania y que gozan con esa espectacularización de la nación. En ese sentido, puede vincularse a los planteamientos de Guy DEBORD sobre como el espectáculo funciona como mercancía que alcanza la ocupación total de la vida social (4). Sin extenderme más, animo a los lectores a acercarse a este libro: valiente, original, alejado de explicaciones basadas en la culpa y el resentimiento, contundente.


NOTAS.-
(1) SAFRANSKI, Rüdiger. El Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquets, Barcelona, 2009, p. 36 [Verlag, Münich-Viena, 2007].
(2) SCHLÖGEL, Karl. En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la Civilización y Geopolítica. Siruela, Madrid, 2007, [Verlag, Viena-Münich, 2003].
(3) FRIETZSCHE, Peter. De alemanes a nazis. 1914-1933. Siglo XXI Editores. Madrid, 2006 [Harvard University Press, Harvard, 1998], p.229.
(4) DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo. Pre-Textos. Valencia, 2002, p. 55, [Gallimard, París, 1996].