viernes, 20 de noviembre de 2009

Malditos Bastardos ("Inglourious Basterds").




Título: Malditos Bastardos (Inglourious Basterds)
Director: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Intérpretes: Brad Pitt, Diane Kruger, Christoph Waltz, Daniel Brühl.
Duración: 153 min.
Año de Producción: 2009.
Distribuidora: Universal Pictures.

Otra de esas películas interesantes, pretenciosas y que al final quedan en nada, flotando en el aire, bruma. Un buen amigo la recomendó fehacientemente, eso sí, advirtiendo que olvidase por dos horas y media la faceta de historiador. Hizo bien. Bueno, al menos lo intentó. Pero supongo que después de ya casi diez años ya sabrá que soy un caso perdido. Lo siento, defecto de fábrica o, mejor escrito, de construcción personal.

Con un arranque curioso, Tarantino subraya su capacidad para crear ambientes tensos basados en el diálogo y el cuidado de la escena, de los primeros planos y la versatilidad de los actores. Más tarde, como en la mayoría de sus películas, se van sucediendo capítulos tras capítulos, personajes tras personajes, sobre una trama inicial que sigue a primera vista limpiamente su desarrollo. Sin jugar mucho con el tiempo, como ya pudimos ver en Pulp Fiction, todo se cuenta de forma más lineal, con algunos saltos, pero siempre hacia delante y sin tener en demasía el discurrir de la II Guerra Mundial (1939-1945). Dos detalles no encajan. Uno: ¿por qué van a enviar las SS oficiales a Francia a “cazar judíos” si la gendarmería y ejército francés, escribámoslo abiertamente, colaboraba en apresarlos y mandarlos a los campos de trabajo primero y exterminación después? Dos: ¿cómo se va a presentar toda la cabeza del estado Mayor del III Reich en París en junio de 1944 poco antes del día D y, con más gravedad, no se hagan presentes lo efectos de una derrota que ya se veía inminente en los diálogos de los personajes alemanes? Por supuesto, Tarantino no es tonto, y sabe que su público, o parte de él, no lo es tampoco, así que no se mete mucho ni con fechas ni datos para no meter la pata y, dicho sea de paso, porque le interesa contar otra cosa. A saber: mostrar la justicia vengativa violenta, pero legal, eso sí, en un contexto histórico, que quizá a sus ojos y a los ojos de muchos necesita de ella. No vale ya con mostrar un western, género indeterminado en el tiempo como pocos, o la búsqueda insaciable de venganza de una ninja, ahora se nos mete con el género histórico. ¿Por qué? Humildemente, después de Reservoir Dogs, Pulp Fiction y la saga de Kill Bill (además de sus otras obras), creo que ha adquirido una “auto-conciencia de madurez”, la cual le lleva no sólo a presentar una película un poco más seria al nivel temático sino a mostrarse de forma más radical aún si cabe, más “posmo”, y afirmar con todo derecho “ésta será mi gran obra maestra” en boca del personaje de Brad Pitt, quedándose tan a gusto. Y eso después de acribillar a Hitler y Goebbels a tiros como si fueran dos reses en mitad del campo y tras una rimbombante escena de “meta-cine”, o de lo que comúnmente se conoce como el cine dentro del cine. Queda muy “guay” del “Paraguay” pasarse la historia por donde le viene en gana. Pero no lleva a ninguna parte. Se puede ser posmoderno, pero con cierta lógica o laboriosidad. No vale todo. Pero a éste ni le importa y quizá tampoco a su público.

Más pegas: ¿es posible que gran parte de la trama se desarrolle en París y no tengamos ni un solo plano de la ciudad? Por lo que vemos en el film, podría haber transcurrido en mi barrio o en el tuyo, querid@ lector@. A eso uno se hace dos cuestiones: ¿es tan estúpido el autor y el equipo técnico para obviar semejante detalle? ¿es posible que pasara por su mente que meterse por los vericuetos de la Francia de Vichy lo complicaría todo, es decir, tramas, diálogos, ideas y personajes, y que ante ello, pasara hoja y pensase “a ver si estos no se dan cuenta”?

Aspectos positivos: el tratamiento del lenguaje como arma de conocimiento y manipulación, la puesta escena y el trabajo de la gran parte de los actores.

No obstante, no voy a irme sin dedicar algún comentario a ese idilio interracial que parece esconder y luego mostrar como sorpresa al final, en un plano de beso empalagoso, impropio del autor. Uno está encantado con los líos interraciales en el cine de consumo, pero ya que se muestran que se haga más abiertamente, sin remilgos. Uno cree que Tarantino se puso un traje de cura para rodar las escenas de ambos actores porque si no lo entiende. Algunos pensarán que le han forzado. Personalmente, quizá se autocensure.

NOTA: Para críticas diferentes y "más profesionales" (www.filmaffinity.com/es/film746997.html)

jueves, 19 de noviembre de 2009

Monstruoso (Cloverfield).


Título: Monstruoso (“Cloverfield”).

Director: Matt Reeves.
Intérpretes: Lizzy Kaplan, Jessica Lucas, T. J. Miller, Michael Stahl-David, Odette Yustman, Mike Vogel.
Guión: Drew Goddard.
Año de producción: 2007.
Duración: 85 min.
Distribuidora: Paramount Pictures.




Le toca el turno a uno de los “fenómenos” cinematográficos de la temporada pasada. Vista hace aproximadamente tres semanas, la perspectiva actual no sólo se encuentra menos influenciada por el cuidado trato de la imagen y los efectos visuales, sino también por el escaso residuo que queda de la trama y una supuesta, pero muy supuesta, alegoría que parece esconder o que uno tuvo que vislumbrar. A saber, el efecto de lo espectacular sobre nosotros mismos y no en la pantalla, plano, sin todavía poder maniatarnos o hacernos sentirnos de verdad pese a que los medios hagan enormes esfuerzos para ello.

Algun@ que otr@ saldría maread@ del cine o se levantaría mal del sofá (como fue mi caso), pero no deberíamos sorprendernos a estas alturas con películas narradas de tal manera. Mostramos sin esfuerzo algunos ejemplos: Rec (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), El proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), District 9 (Neil Blomkamp, 2009), herencias del denominado Cine Dogma y del cine documental de los últimos años. Se trata de hiperrealizar, de mostrar lo real en la piel, impresionando al espectador por encima de todo, pese a que lo contando quede bien, mal o regular. El cine de la última década va por esos derroteros quizá porque el espectador pide a gritos una vinculación al video-juego. De momento, el control lo tienen l@s creador@s del film. Sólo faltará que con el tiempo los telespectadores elijan su propia película, es decir, que se hagan con inicios, nudos y desenlaces alternativos como en aquellos libros de Elige tu propia aventura que tuvieron su momento de éxito por los finales de los 80’.

Y es que siendo crítico a la vez con algunos foros, críticos y película, no puedes pedir más a un producto que desde el principio quiere solo entretener, salvo un par de perlas posmodernas, que se tiran a saber por qué. Expliquémoslas. Primero: eso de jugar con la historia como un elemento de fábrica, fruto de la manipulación, pero que a la vez contiene lo real, de lo que no cabe otra interpretación, porque está ahí, es ahí, lo ves, lo sientes, está encima de tu cabeza, a apenas dos metros. Segundo: fragmentar la narración de vez en cuando, de forma juguetona, introduciendo elementos totalmente separados del hilo conductor de lo inicial, desubicando al espectador@. A primera vista puede resultar llamativo, pero se acaba rápido el interés por un motivo principal: los autores no pueden ir más allá de una idea. Con una solo idea no se crea una trama y mucho menos de semejantes características. Dicha idea se basa en presentarnos una acontecimiento espectacular, con tintes de hecatombe apocalíptica, desde el primerísimo punto de vista de una víctima, que, sin pauta fija, va de aquí para allá mostrándonos con habilidad partes de un Manhattan que se derrumba y de unas criaturas que se mueven por todas partes de una escena que, ahí uno de sus pequeños triunfos, involucra a toda la sala de cine (o el salón, como fue mi caso). Se vislumbra cierto regusto de los autores por el cine de terror y ciencia-ficción de serie B, ese que intentaba asustar sin mostrar, que trabajaba humildemente los efectos para que nos uniésemos a la historia con nuestra fantasía. Pero claro, la habilidad deviene de unos cineastas y no de un personaje. He ahí el principal escollo. Y el personaje no existe y cuando lo hace es mejor que desaparezca porque se ponen en su boca frases sin sentido. Otrora es la historia de amor que parece entretejer la trama. Insuficiente. Ya que apenas tiene guión, eliminémosle. O, quizá más sencillo, organizamos todo el metraje en torno a la irrupción de la criatura en la metrópolis. Problema: ¿cómo hacer una película de buen presupuesto con 60 minutos de metraje? Algo tenemos que poner. Y así surgió esta película. Con algunas que otras pretensiones que se apagan por falta de talento o atrevimiento.

Por tanto, no es que no me gustase, sino que el inicial interés que despertó se fue apagando poco a poco, como una llama de fuego a la que se le va agotando el oxígeno.

Finalmente, decir que últimamente estoy viendo películas interesantes, pero sólo eso, interesantes, como el que ve una manzana brillante en el suelo o algo que se sale de lo normal por un momento, pero que al final, no posee nada más. Monstruoso se encuentra entre ellas.