viernes, 17 de diciembre de 2010

Pasivo

¿Hasta cuánto va a poder aguantar la ciudadanía? Si espera hasta casi no poder respirar quizás le falte el aire cuando lo intente. Posiblemente nos hayan estrangulado ya. Ellos siguen apretando, de rodillas sobre nuestro cuerpo tumbado, mirándonos a la cara mientras sonríen, mientras parece que disfrutamos o pedimos con los ojos que aflojen un poco. Pero nos necesitan. Y esa es la clave. Pensar que toman decisiones sin tenernos en cuenta es un error. También dependen de nosotros. No es que nos pidan el voto, pero si requieren de nuestros ingresos y aceptación social, pública y mediática. Nuestra negación es empezar a respirar por nosotros mismos.
              En términos de juego, hacer pasivo es ilegal. En balonmano, si uno de los equipos tarda más de un minuto en provocar una falta o tirar a puerta pierde su turno de ataque. La pelota pasa al rival. En ajedrez a primera vista no produce efectos tan bruscos, pero a la larga pueden ser desvastadores si el enemigo sabe que hacer con sus piezas sobre el tablero. Si no, se acaba en tablas y medio punto para cada uno. 
              Si entendemos la geopolítica como un juego, la ciudadanía esta jugando de manera ilegal, de hecho quizás ni sepa que lo es o, si es consciente, crea que solo juegan los que tienen el poder. Ayer leí un artículo algo decepcionante de una página que una amiga me ha  recomendado (1). Parecía arrancar bien, pero la propuesta final es un exorcismo. ¿No votar al PSOE para que gane el PP y luego ejercer de viva oposición? Menuda revolución. A esto le llamo yo guardar las formas. No sé que les pasa a los que claman por la rebelión en estos tiempos. "¿Oye, Estado, majo, me dejas hacer una revolución? De verdad, te juro que no habrá barricadas, ni fuego, ni armas ni muertos. Será de buen rollito. Mira mi mano abierta de paz y amor". Y no es que esté a favor de este gobierno, pero la verdad prefiero que nos partamos la cabeza contra él sin necesidad de un proceso electoral. 
               Hoy mismo he visto algo siniestro en las sonrisas que el Vicepresidente Rubalcaba ha dirigido a la prensa mientras contestaba a sus repetitivas y cansinas preguntas (2). Y en esa sonrisa se veía la confianza absoluta, aquella que es consciente de no encontrar oposición, aquella que esconde un cuchillo tras la espalda.
               De momento movemos, sí, pero la partida va a acabar pronto y de forma cruel. Él rival sigue moviendo piezas, desarrollándolas sobre el espacio urbano y cívico mientras nosotros seguimos pasivo: peoncito aquí, caballo en fila lateral, alfil encerrado...
               Y mientras el rival avanza por todos los lados: atraso de la edad de jubilación, prórroga del estado de alarma hasta el 15 de enero, recortes en cuanto a la concesión de 426 euros a los parados de larga duración, propaganda para que el enfermo tenga consciencia de lo que es "grave", militarización de las calles, multiplicación de las cámaras de "vigilancia" en el espacio público, mayores garantías a las empresas para el despido, sobreprotección de los bancos ante los agujeros negros en los que se han metido, interrupción de la inversión del país y parálisis social... Y aunque hay agoreros de la crisis, su protesta mediática -servil del partido de la oposición-solo quiere quedarse en el papel para favorecer al triste cambio de un títere por otro. Mientras tanto, seguimos jugando pasivo...
              Mi interpretación de la partida es contraria. Si "izquierda y derecha" juegan en el mismo bando, entonces, por definición, nosotros estamos en el otro y nuestra solución no es hacer una rebelión  de peones sin piezas mayores (3): ¿dónde se ha visto que ocho peones ganen una partida de ajedrez? Subversión a la espera... Además de jugar pasivo le concedemos dos movimientos o más seguidos. Rebelión a la espera... ¿Por qué depender de lo que haga el rival? Es posible que quién haya escrito este artículo no sepa jugar al ajedrez o quizá no vea que el juego sí es de unos contra otros, que los ideales existen sin que dependa del Gobierno ejercer la tiranía o no.
                Más, de momento, seguimos pasivos, y no quedan muchos movimientos para que pese algún que otro sacrificio el Estado nos destroce dejando a nuestro rey ( ¿nuestra consciencia?¿identidad? ) rodeada de piezas enemigas, comiéndose hasta la carroña de él.
 
             

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NOTAS  
(2) En este país te dan el título de Licenciado en Periodismo si haces la misma pregunta de tres maneras diferentes y además las compartes con tus compañeros. No les veía la cara, pero cambiando solamente un matiz (lo que se supone es la diferencia entre los diferentes periódicos), le preguntaban lo mismo: ¿habrá más prórrogas? ¿qué piensa del "pronunciamiento" de ETA? ¿qué hará el gobierno si las medidas tomadas provocan reacciones sociales? Incluso él mismo parecía harto de estar ante inútiles de semejante tamaño. Aunque luego quizás lo agradezca.
(3) Hablar de piezas mayores en ajedrez no es defender una concepción elitista. En este juego todas las piezas cuentan con sus limitaciones y ventajas y solo en coordinación cumplen sus funciones. Intentad hacer la guerra con una de forma aislada, sacar la dama al principio, colocar al rey en el centro del tablero recién iniciada la partida, dejar peones solos aquí y allá, encerrar un alfil, poner a una torre sin dominar una vertical, comer sin saber perdiendo el objetivo..., y vereís como no os lleva a ningún puerto.  

martes, 14 de diciembre de 2010

La fuga

Ayer recibí la llamada de un amigo al que no veo hace un par de meses. Fue una noche de viernes en la que cenamos de tapas y bebimos de vodkas, aunque no en el mismo lugar. Ante la situación de su trabajo y del país su visión era cambiar de aires: marcharse. Por teléfono lo confirmó. En tres meses tendré que pensar en él saliendo de las fronteras del Reino de España. Ocurre igual con otr@s amig@s. Uno proyecta palabras, andares, conocimientos y emociones allá donde supone se encuentran. El corazón se mapea.
           En cuanto a su proyecto, es lo mejor que podría hacer. Él y tod@s. La conclusión del Estado del Bienestar es clara: nos ha malcriado y después abandonado con su muerte, dejándonos al padrastro neoliberal / neocon que nos ignora y castiga a la vez. Nuestra madre democracia ni llora al difunto ni ama al puesto, más bien, les gusta soportar su maltrato, su sodomización. Nosotros los hijos tampoco ayudamos. Tontamente le reclamamos a ella en vez de tirarnos a los ojos de él. Pienso en los nietos y el horizonte se ensombrece. Me pregunto dónde irán las sonrisas de hoy, las miradas inquietas, los pasos valientes sobre el mundo que comienzan a conocer.
           La fuga es una de las soluciones ya que no queremos, ni podemos, ni sabemos protestar. La ciudadanía española es un mar en calma cuyas olas solo se alteran por separado. No se dan cuenta de que forman parte de un océano. O quizás no quieran saberlo. Hace una semana asustaron a la realeza británica a grito de "¡qué les corten la cabeza!". Les metieron el miedo en el cuerpo. Ya era hora. De alguna manera hay que hacerles ver no solo a estos sino a esta plutocracia que no tiene impunidad, que se le puede y debe hacer daño. Aquí la agasajamos, como osos amorosos proyectamos nuestras frustraciones en forma de vana ilusión en la aristocracia. Nos metemos con ellos en las tertulias pero en el momento importante les veneramos, les tememos, no sea nos dejen en el paro o reduzcan todavía más nuestros ingresos. En cuanto a la Monarquía, todavía es tabú  - no hablar de República - sino cuestionar la legitimidad de que nuestra democracia le deba algo. Más bien, es la realeza quién se lo debe a la Dictadura franquista.
            La fuga se presenta como salida al maltrato de un país que adormece a la ciudadanía, que le canta la nana de la familia feliz e hipotecada, reunida en torno a la televisión mientras dan las doce campanadas de Fin de Año. La playa, la casita en el campo, la urbanización militarizada..., funcionan como únicas válvulas de escape, pero siempre dentro de las fronteras, no vaya a ser que el extranjero, que lo desconocido, nos muestre un mundo mejor. Quizá sea nuestro mayor temor: confirmar que éste camino no es el correcto.
             Irse y construir la república ciudadana de un@ mism@. No en una casa - maldita Ikea - sino en un barrio, una calle, una plaza, un edificio vinculado a su metrópolis. El civil se mueve en el popolo. Decir adiós a un país que no te pregunta quién eres, qué solo pide acatamiento y silencio. Se deben romper las fronteras mentales de un imaginario que teme al de fuera, que prefiere ignorar la lengua que no entiende, que se recluye en la fogata de la hoguera patriótica y religiosa - ya sea su creencia la iglesia o la televisión - cuyo único intento de conocer otros mundos es a partir de una literatura de literatos de folletín, anacrónicos, creadores de personajes planos, de héroes y heroinas con emociones y acciones gastadas.
            La fuga de un país que gasta en tí sin saber en qué y para qué, al que le importa un comino si haces informática, ingeniería o humanidades. Es lo mismo. Al final, sabe que terminarás trabajando en el sector de servicios. Quizás lo hace a sabiendas porque te quiere para eso. Por eso la reforma de la universidad española es una broma de mal gusto. Seguirán marchándose cérebros. Y bien que hacen. No dar ni un ápice de credibilidad ni trabajo sería una buena manera de vengarse.
            La fuga abierta y sin túneles bajo tierra. Que sepan que no les necesitamos, que no queremos esos sueños que endulzan con falsa confianza. En las calles, a los rostros de quién nos ignora, decirles: "chao", como Hannibal Lecter al rajar las tripas del detective Pazzi.
            La fuga como visor de rostros, lenguas, vidas, historias, mitos, diferentes. La fuga como nueva vida que nos han negado.