viernes, 20 de noviembre de 2009

Malditos Bastardos ("Inglourious Basterds").




Título: Malditos Bastardos (Inglourious Basterds)
Director: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Intérpretes: Brad Pitt, Diane Kruger, Christoph Waltz, Daniel Brühl.
Duración: 153 min.
Año de Producción: 2009.
Distribuidora: Universal Pictures.

Otra de esas películas interesantes, pretenciosas y que al final quedan en nada, flotando en el aire, bruma. Un buen amigo la recomendó fehacientemente, eso sí, advirtiendo que olvidase por dos horas y media la faceta de historiador. Hizo bien. Bueno, al menos lo intentó. Pero supongo que después de ya casi diez años ya sabrá que soy un caso perdido. Lo siento, defecto de fábrica o, mejor escrito, de construcción personal.

Con un arranque curioso, Tarantino subraya su capacidad para crear ambientes tensos basados en el diálogo y el cuidado de la escena, de los primeros planos y la versatilidad de los actores. Más tarde, como en la mayoría de sus películas, se van sucediendo capítulos tras capítulos, personajes tras personajes, sobre una trama inicial que sigue a primera vista limpiamente su desarrollo. Sin jugar mucho con el tiempo, como ya pudimos ver en Pulp Fiction, todo se cuenta de forma más lineal, con algunos saltos, pero siempre hacia delante y sin tener en demasía el discurrir de la II Guerra Mundial (1939-1945). Dos detalles no encajan. Uno: ¿por qué van a enviar las SS oficiales a Francia a “cazar judíos” si la gendarmería y ejército francés, escribámoslo abiertamente, colaboraba en apresarlos y mandarlos a los campos de trabajo primero y exterminación después? Dos: ¿cómo se va a presentar toda la cabeza del estado Mayor del III Reich en París en junio de 1944 poco antes del día D y, con más gravedad, no se hagan presentes lo efectos de una derrota que ya se veía inminente en los diálogos de los personajes alemanes? Por supuesto, Tarantino no es tonto, y sabe que su público, o parte de él, no lo es tampoco, así que no se mete mucho ni con fechas ni datos para no meter la pata y, dicho sea de paso, porque le interesa contar otra cosa. A saber: mostrar la justicia vengativa violenta, pero legal, eso sí, en un contexto histórico, que quizá a sus ojos y a los ojos de muchos necesita de ella. No vale ya con mostrar un western, género indeterminado en el tiempo como pocos, o la búsqueda insaciable de venganza de una ninja, ahora se nos mete con el género histórico. ¿Por qué? Humildemente, después de Reservoir Dogs, Pulp Fiction y la saga de Kill Bill (además de sus otras obras), creo que ha adquirido una “auto-conciencia de madurez”, la cual le lleva no sólo a presentar una película un poco más seria al nivel temático sino a mostrarse de forma más radical aún si cabe, más “posmo”, y afirmar con todo derecho “ésta será mi gran obra maestra” en boca del personaje de Brad Pitt, quedándose tan a gusto. Y eso después de acribillar a Hitler y Goebbels a tiros como si fueran dos reses en mitad del campo y tras una rimbombante escena de “meta-cine”, o de lo que comúnmente se conoce como el cine dentro del cine. Queda muy “guay” del “Paraguay” pasarse la historia por donde le viene en gana. Pero no lleva a ninguna parte. Se puede ser posmoderno, pero con cierta lógica o laboriosidad. No vale todo. Pero a éste ni le importa y quizá tampoco a su público.

Más pegas: ¿es posible que gran parte de la trama se desarrolle en París y no tengamos ni un solo plano de la ciudad? Por lo que vemos en el film, podría haber transcurrido en mi barrio o en el tuyo, querid@ lector@. A eso uno se hace dos cuestiones: ¿es tan estúpido el autor y el equipo técnico para obviar semejante detalle? ¿es posible que pasara por su mente que meterse por los vericuetos de la Francia de Vichy lo complicaría todo, es decir, tramas, diálogos, ideas y personajes, y que ante ello, pasara hoja y pensase “a ver si estos no se dan cuenta”?

Aspectos positivos: el tratamiento del lenguaje como arma de conocimiento y manipulación, la puesta escena y el trabajo de la gran parte de los actores.

No obstante, no voy a irme sin dedicar algún comentario a ese idilio interracial que parece esconder y luego mostrar como sorpresa al final, en un plano de beso empalagoso, impropio del autor. Uno está encantado con los líos interraciales en el cine de consumo, pero ya que se muestran que se haga más abiertamente, sin remilgos. Uno cree que Tarantino se puso un traje de cura para rodar las escenas de ambos actores porque si no lo entiende. Algunos pensarán que le han forzado. Personalmente, quizá se autocensure.

NOTA: Para críticas diferentes y "más profesionales" (www.filmaffinity.com/es/film746997.html)

jueves, 19 de noviembre de 2009

Monstruoso (Cloverfield).


Título: Monstruoso (“Cloverfield”).

Director: Matt Reeves.
Intérpretes: Lizzy Kaplan, Jessica Lucas, T. J. Miller, Michael Stahl-David, Odette Yustman, Mike Vogel.
Guión: Drew Goddard.
Año de producción: 2007.
Duración: 85 min.
Distribuidora: Paramount Pictures.




Le toca el turno a uno de los “fenómenos” cinematográficos de la temporada pasada. Vista hace aproximadamente tres semanas, la perspectiva actual no sólo se encuentra menos influenciada por el cuidado trato de la imagen y los efectos visuales, sino también por el escaso residuo que queda de la trama y una supuesta, pero muy supuesta, alegoría que parece esconder o que uno tuvo que vislumbrar. A saber, el efecto de lo espectacular sobre nosotros mismos y no en la pantalla, plano, sin todavía poder maniatarnos o hacernos sentirnos de verdad pese a que los medios hagan enormes esfuerzos para ello.

Algun@ que otr@ saldría maread@ del cine o se levantaría mal del sofá (como fue mi caso), pero no deberíamos sorprendernos a estas alturas con películas narradas de tal manera. Mostramos sin esfuerzo algunos ejemplos: Rec (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), El proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), District 9 (Neil Blomkamp, 2009), herencias del denominado Cine Dogma y del cine documental de los últimos años. Se trata de hiperrealizar, de mostrar lo real en la piel, impresionando al espectador por encima de todo, pese a que lo contando quede bien, mal o regular. El cine de la última década va por esos derroteros quizá porque el espectador pide a gritos una vinculación al video-juego. De momento, el control lo tienen l@s creador@s del film. Sólo faltará que con el tiempo los telespectadores elijan su propia película, es decir, que se hagan con inicios, nudos y desenlaces alternativos como en aquellos libros de Elige tu propia aventura que tuvieron su momento de éxito por los finales de los 80’.

Y es que siendo crítico a la vez con algunos foros, críticos y película, no puedes pedir más a un producto que desde el principio quiere solo entretener, salvo un par de perlas posmodernas, que se tiran a saber por qué. Expliquémoslas. Primero: eso de jugar con la historia como un elemento de fábrica, fruto de la manipulación, pero que a la vez contiene lo real, de lo que no cabe otra interpretación, porque está ahí, es ahí, lo ves, lo sientes, está encima de tu cabeza, a apenas dos metros. Segundo: fragmentar la narración de vez en cuando, de forma juguetona, introduciendo elementos totalmente separados del hilo conductor de lo inicial, desubicando al espectador@. A primera vista puede resultar llamativo, pero se acaba rápido el interés por un motivo principal: los autores no pueden ir más allá de una idea. Con una solo idea no se crea una trama y mucho menos de semejantes características. Dicha idea se basa en presentarnos una acontecimiento espectacular, con tintes de hecatombe apocalíptica, desde el primerísimo punto de vista de una víctima, que, sin pauta fija, va de aquí para allá mostrándonos con habilidad partes de un Manhattan que se derrumba y de unas criaturas que se mueven por todas partes de una escena que, ahí uno de sus pequeños triunfos, involucra a toda la sala de cine (o el salón, como fue mi caso). Se vislumbra cierto regusto de los autores por el cine de terror y ciencia-ficción de serie B, ese que intentaba asustar sin mostrar, que trabajaba humildemente los efectos para que nos uniésemos a la historia con nuestra fantasía. Pero claro, la habilidad deviene de unos cineastas y no de un personaje. He ahí el principal escollo. Y el personaje no existe y cuando lo hace es mejor que desaparezca porque se ponen en su boca frases sin sentido. Otrora es la historia de amor que parece entretejer la trama. Insuficiente. Ya que apenas tiene guión, eliminémosle. O, quizá más sencillo, organizamos todo el metraje en torno a la irrupción de la criatura en la metrópolis. Problema: ¿cómo hacer una película de buen presupuesto con 60 minutos de metraje? Algo tenemos que poner. Y así surgió esta película. Con algunas que otras pretensiones que se apagan por falta de talento o atrevimiento.

Por tanto, no es que no me gustase, sino que el inicial interés que despertó se fue apagando poco a poco, como una llama de fuego a la que se le va agotando el oxígeno.

Finalmente, decir que últimamente estoy viendo películas interesantes, pero sólo eso, interesantes, como el que ve una manzana brillante en el suelo o algo que se sale de lo normal por un momento, pero que al final, no posee nada más. Monstruoso se encuentra entre ellas.

domingo, 4 de octubre de 2009

Fanfarria, paranoia y nacional-catolicismo. Fiestas Patronales, 1-4 Octubre del 2009, Torrejón de Ardoz.

En la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia Española la palabra "fanfarria" viene definida de la siguiente manera: "Conjunto musical ruidoso, principalmente a base de instrumentos de metal" (1) (al que podemos añadir petardos y mascletás, con eso de la fusión cultural-política-corrupta madrileño-valenciana).
Ignoro cuánto se ha gastado el Exmo. Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz en semejante fanfarronada, o en qué porcentaje ha subvencionado a la Hermandad de la Virgen del Rosario, pero a uno le parece excesivo, no sólo por el coste, sino por el "espectáculo paranoico" que han montado durante estos cuatro días. Lo de menos son los conciertos: Rafael, Amaral, Amaia Montero y una orquesta que hizo las delicias de la cultura popular hasta las 3 de la madrugada durante las noches del viernes y sábado. Las avenidas principales de la ciudad-dormitorio con dos banderas en cada farola: la de Torrejón y la de España, como debe ser. Así, uno puede recorrer la avenidas de las Fronteras, de la Cosntitución, la de Virgen de Loreto y la de Madrid, oyendo el susurro de las santas patrias regional y nacional en los oídos. Banderolas igualmente en balcones y ventanas, repartidas por el propio ayuntamiento entre sus trabajadores y vecinos. Alguna que otra insignia en la solapa de la americana, peinetas, cintas, trajes del ejército, banderitas... La nación-pueblo-católica se consume. Y banderitas ondeando y sostenidas por niños. No hay nada más rastrero que repartir la nación paleta entre los menores. Deberíamos protegerles de agresiones ideológicas de semejante calibre.

Y llevamos dos años así. Uno ya se llevó una reprimenda por meterse con una bandera franquista. Pero le dió lo mismo. Incluso se lo tomó con buen sentido del humor: a "una grande y libre" respondió "bestial, brutal, enorme".

Vayamos a la definición de "paranoia": "perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas" (2). Teniéndola en cuenta, se muestra en los lanzamientos de petardos y mascletás, paranoia en las faustos y comilonas cercanos a la plaza mayor, paranoia en las vestimentas y actitudes. Como ayer bien me indicaron: esto no viene de y para la cultural popular, sino que se construye desde lo dominante, repartiéndose de manera vertebrada, con diversos elementos, entre la población ávida de emociones fuertes. Bien lo sabe quién ostente el cargo "propagandístico" del ayuntamiento. Bien lo sabía Goebbels. Parecerá fácil la comparación, pero viene perfecta: el NSPAD popularizó las canciones arribistas, se inmiscuyó en las zonas regionales, llamando al sentimiento nacional-paleto, alentó a las celebraciones y desfiles de manera segregadora y apoyó la exhibición de banderas e insignias, sacando, además, beneficio económico de ello.



Las cosas cambían si hay una verdadera intención de influenciar y manipular a la ciudadanía. También ésta debe querer dejarse manipular, verse jaleada por la esquizofrenia nacional. Uno ya lo advirtió hace un año. De nuevo, de manera más firme se ha vuelto a repetir. Se ha creado espectación en las calles. Tod@s con la boca abierta esperando a que pase la Virgen-Godzilla que han preparado para las fiestas. Sólo falta que sea animatrónica y lance claveles radioactivos por la boca: "uuuuuahhhhhhhh". Porque sí, han embadurnado sus aproximadamente 6 ó 8 metros de altura con semejante flor desde pies hasta el torso, lunciendo en ellas las banderas, otra vez sí, del pueblo y el reino. Uno se ha hartado de ver España por todos los lados. ¿Querrán que vuelva algo de la gloria perdida? ¿Que papel juega la iglesia, la idelogía del partido popular madrileño y la hermandad en todo esto? Quizá debamos consolarnos por la escasa originalidad de la extrema derecha española. Todavía siguen agarrados al tardofranquismo y el nacionalcatolicismo. Puede que ahora intenten renovarlo anulando más el primero y reforzando el segundo, en una fusión "civil" / "moral" / "tradicional" con la Iglesia y la falta de memoria. Y el desinterés general por la crítica. Y el afán de protagonismo y estampa. Os dejo de torturar. Puede que la paranoia sea mía.


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NOTAS
 
(1) http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=FANFARRIA
(2) http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=paranoia.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Berlín-Dresde, 19 Septiembre / 2009 8h30 - 9h00



Tras tres noches dejamos Berlín. No hemos tenido mucho tiempo: la isla de los museos, algo de la Friedrichstrastrasse, mitad de la avenida Unter der Linden y la Puerta de Branderburgo y, ayer, durante la visita panorámica parte del Tiergarten (en el que se encuentran la mayor parte de las embajadas), Postdamer Platz, parte del Muro de Berlín en el oeste, cerca de la Galería Groepius, el Monumento al Holocausto y otra vez la Puerta de la Paz. Hasta aquí los lugares más representativos: los que vienen en las guías (que también censuran), los que sirven a los profesionales del turismo para ganarse el sueldo, los que tranquilizan al turista, al verlos y sentir que cumplen los requisitos del viaje. ¿Qué supone representar mi primera experiencia de Berlín? Tranquilidad, mesura. Por encima de la "Historia", parece que ha recuperado la esperanza, basada en el día a día, una especie de "peor no nos puede ir ya", como si ya todo Mal hubiera pasado, fruto de una "época del Terror". 
"Topografía del Terror". De esta manera se llama una ruta que pasa por los lugares reservados para el drama del turista y de la Historia: Museo del Holocausto, el Muro de Berlín, el antiguo cuartel de la Gestapo (ya inexistente) y los edificios del periodo 1933-1945 que todavía quedan en pie. Tanto en Safranski como en Frietzsche se intenta huir de esta percepción maléfica, diabólica sobre el III Reich (1). Mal, Terror, Catástrofe; tales calificativos nos llevan a emociones extremas, a exorcizar el tiempo-espacio-sensación, con lo que ubicamos lo pasado en un período de excepción, dado en condiciones muy especiales, en el que confluyeron señores tétricos (2), crisis y ciudadanos aterrorizados, congelados por el miedo.
Escuchando ayer a la guía uno tenía la sensación de que Hitler había ascendido al poder por arte de magia y, por otro lado, de que el tema del III Reich (1933-1945) era sustituido por uno menos polémico y tranquilizador, que proporciona más sosiego: el Muro de Berlín (1961-1989). Algun@s dirán que es más presente. Que sus evidencias son más patentes en el paisaje urbano berlinés. Otr@s que están hartos de lo mismo (3) y que se palpa más la huella del cerrojo soviético que el periodo nacionalsocialista.
Personalmente, creo que es más sencillo echar la culpa a otros. Meter el dedo en el ombligo propio siempre es molesto. En cambio, si se lo metes a otro entretiene más y da más gustillo. Ahora el comunismo es el malo. Como si todos hubieran sido rusos, como si no hubiera existido un control y propaganda semejante en la República Federal Alemana tras la guerra. Cínico y olvidadizo mundo libre. Podemos distinguir dos versiones diferentes: una de ellas recalca la obligatoriedad entre los jóvenes de estudiar dos años el nazismo en la escuela secundaria (incluyendo visitas a campos de concentración, ver documentales, películas, etc.), mientras que la otra afirma que esto ya no se realiza. Deberíamos preguntarnos de qué forma se hizo y por qué quizá se haya olvidado. Debo señalar que durante un paseo nocturno por Berlín, desde la Postdamer Platz a la Puerta de Branderburgo, un grupo de jóvenes con un guía estaba a mi espalda visitando la zona. Ignoro si eran alemanes, pues no les oí hablar. Lo curioso fue que al llegar al Monumento al Holocausto, más que ponerse a considerar su forma o algo más, salieron corriendo a jugar al escóndite y asustarte entre los gruesos y diferentes pilares. Puede considerarse una conducta normal. Pero a uno le llamó la atención (4). ¿Es que ya se ha olvidado? ¿Es legítimo ese olvido? ¿Debemos estar de acuerdo con Gadamer o Ricoeur sobre la intervención de éste a la hora de generar conocimiento, verdad e identidad? (5) ¿Hay derecho a olvidar? ¿No lo hacemos tod@s? ¿Es función de la "Historia" hacer justicia? ¿Llevamos los historiador@s una espada de Damocles para decidir ésta sí, ésta no ("ésta me gusta me la como yo")? (6) Debería comprarme un antifaz o hacerme un traje a lo Spiderman, con forro de libros antiguos, herramientas en hueso y pedazos de cerámica vidriada colgando de las extremidades. A quién se porte mal, podría mandarle a leer o transcribir un documento procesal castellano de finales del XV o crear un disparador de volúmenes de la Germaniae Monumentae Historica que se accionase con abrir las manos hacia el enemigo. 
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NOTAS:
(1) SAFRANSKI, Rüdiger. El Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquest Editores, Barcelona, 2009, pp. 333-335 [Verlag, Viena, 2007]; FRITZSCHE, Peter. De alemanes a nazis, 1914-1933. Siglo XXI Editores, Madrid, Buenos Aires, 2006 [Harvard College, 1998] y del mismo autor: Vida y muerte en el Tercer Reich. Barcelona, 2009 [Harvard University Press, 2008].  
(2) Este término utilizó la guía local durante la visita panorámica del día 18 de septiembre. Reiterativa, de un lado para otro, sin profundidad, parecía que quería ventilarnos pronto. Cultura y turismo: cada día estoy más convencido de que no puede conciliarse, por lo menos, no de la manera que he percibido.
(3) Uno de los aciertos de Die Welle (Dennis Gansel, 2008) se produce durante los primeros minutos del film. Ante la pregunta del profesor sobre la autarquía y la posibilidad de un nuevo periodo nacionalsocialista en Alemania uno de los estudiantes expresa un sentimiento de tedio, de hartazgo, de querer quitarse un sentimiento de culpa que ni le viene ni la vá. Ahora que he pasado por allí, y sin hablar con ningún adolescente, no puedo afirmar que esto sea así, aunque por otra parte advertí cierto silencio, un tabú generalizado. 
(4) Esta parte la agrego al comentario escrito el día 19 de septiembre. No lo recalqué en su momento. 
(5) Sobre esta cuestión y los autores citados ver: IZQUIERDO MARTÍN, Jesús. "La memoria del historiador y los olvidos de la Historia". El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XXI. (SÁNCHEZ LEÓN, Pablo & IZQUIERDO MARTÍ, Jesús, eds.). Siglo XXI Editores. Madrid, 2008, pp. 179-208.    
(6) Citando una frase célebre de Chimo Bayo.    
              

  

martes, 18 de agosto de 2009

ZODIAC, David Fincher (2007).



Título: Zodiac.
Director: David Fincher.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo & Robert Downey Jr.
Duración: 151 min.
Año de producción: 2007.
Producción: Phoenix Pictures
Distribución: Warner Bros Pictures & Paramount Pictures.
Seguimos con cine. De momento dejaremos las experiencias vitales en silencio. Uno prefiere producir acercamientos culturales. O por lo menos, rodeos. Hoy le toca, en mi opinión, a uno de los hitos cinematográficos de la década. Única película que hizo frente a Spiderman 3 (San Raimi, 2007) en taquilla, cosechó aplausos y buena acogida no sólo en el Festival de Cannes de aquel año sino también entre los críticos de la prensa cinematográfica. Pondremos algunos ejemplos: "Densa, obsesiva, rara y notable 'Zodiac'." (Carlos Boyero: El Mundo); "Fincher vuelve a poner patas arriba el género con la, digámoslo ya, obra maestra 'Zodiac', reinvención del asesino en serie desde la vía de la austeridad, desde la óptica del compromiso total del autor con el material que está manejando". (Javier Ocaña: El País); "Un magnífico ejercicio cinematográfico para un inexistente thriller. (...) Fincher mantiene descolocado al espectador toda la película, del mismo modo que Zodiac a la policía" (E. Rodríguez Marchante: ABC) (1).
Mucho más allá de corroborar lo señalado en tales frases, me agarraré a las sensaciones que sentía en mi interior, que se revolvían, como una digestión densa, y que se prolongaron hasta varios días después de asistir a la proyección. A primera vista puede parecer que Fincher se limitaría a repetir los paramétros que le brindaron el éxito en Se7en (1995). Pero no, el chico tiene talento, así que, más bien, reniega de ellos. Destruye cualquier atisbo de claustrofobia, de horror y esteticismo, para mostrarnos un film realista, incrustado en los 20 años en los que transcurre la historia, cuyo argumento gira en torno a la búsqueda, la verdad y la obsesión. Con una fotografía y montaje que nos llevan a Todos los hombres del presidente (Sydney Pollack, 1976) y con guión adaptado que recuerda a JFK (Oliver Stone, 1991), Fincher le suelta en la cara al espectador@ la posibilidad de la verdad, de dar con ella, a través del esfuerzo, el derrumbe emocional y del sacrificio. Independientemente de la tensión y forma de narrar, de momentos memorables como aquella entrevista a una voz distorsionada, el ataque a la joven pareja en el lago o ese final tranquilo / trepidante en el que la conversación entre el detective David Toschi y el joven dibujante Robert Graysmith lleva al espectador@ a un hilo que se ha estado tegiendo durante todo el metraje y que se revela brillante, en tensión, la película se pegó a mi carne por la identificación directa que tuve con el acto de investigar, de buscar la verdad, de ser una araña. Algún que otro lector recordará una conversación sobre la verdad y la historia y no sé si le mencioné está película, pero desde ella reconsideré los puntos de vista sobre el "relativismo histórico". En esa mirada mutua de Toschi y Graysmith en la cafetería encontré consuelo, un ir hacia delante, un creer en el fruto de preguntar a lo de fuera y dentro, un agarrarse a un constructo cultural basado en fuentes reales, cotejadas de forma veraz y crítica. Quizá me haya dejado arrastrar por la ilusión, pero, para mí reside ahí el verdadero valor de la película. No obstante, alejándonos de un punto de vista tan personal, considero que es un ejercicio elegante de cine, de estilo, de saber llevar una historia con un objetivo muy claro, a pesar de que en algunos momentos, pueda caer la tensión o la conexión con los personajes si no somos proclives a ver cine desarrollado con cuidado, hilando fino si me permiten la expresión.
(1) www.filmaffinity.com/es/film300908.html

domingo, 16 de agosto de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS, Michael Mann, 2009



Enemigos Públicos.
Director: Michael Mann.
Intérpretes: Johnny Deep, Christian Bale, Marion Cotillard, Steve Graham, Billy Crudup.
Música: Elliot Goldenthal.
Guión: Ronan Bennett, Ann Biderman y Michael Mann.
Año de Producción: 2009.
Duración: 146 min.
Distribución: Universal Pictures.

Después de desear publicar comentarios sobre tantas películas, me sorprende que está sea la primera. A pesar de los agregados en un blog de un apreciado amigo, podemos decir que inicio camino aquí. Cineasta que ha sabido leer el lenguaje fílmico posmoderno como pocos, Michael Mann no se limita a presentar una narración sin más. Con aire épico y retro, se adentra en los Estados Unidos post 29 a partir de una película de gansters y tiros "realistas", vidas personales, introspección psicológica y un poquito de atrevimiento, de mirada certera a cómo evoluciona la cultura / política estadounidense a partir de la década de los 30´. No muy contento al principio, ya que recuerda en exceso a Heat (Michael Mann, 1995), el film fue mejorando conforme su mirada mostró algo más que delicuente romántico / dandy y polícia serio / profesional. Me refiero: a la pequeña daga que clava en la figura de J. E. Hoover y todo lo que representó en la vida política / pública estadounidense entre 1930 y 1970. Como en mi anterior nota, Mann apunta a una política basada en el control, difusión y consumo de la imagen y en el poder que ejerce el vocabulario directo, generador de extremos, sostenido solamente en dos colores: blanco o negro. Los actores / actrices: correctos, constreñidos en algunos momentos a plantemientos ideales sobre sus personajes, sobre todos los principales. Gran sorpresa se lleva uno con Marion Cotillard y con algún secundario de los 90' que ya daba literalmente por muerto, como Steven Dorff. En muchas ocasiones diálogos ágiles, basados en la situación y el efecto de la palabra, en las frases contundentes y cerradas, la épica se encierra en bellas imágenes (fotografía, música, cámara, vestuario, montaje crean escenas realmente para el recuerdo) y su pretendida "realidad". Porque nos supera a todos y nos comprime en acontecimientos extraordinarios, en todos los sentidos. Sin duda, cuando más disfruté fue con ese final de 10 minutos, en los que el personaje de Dillinger reflexiona sobre su espectacularización en el cine, viéndose a sí a través de Clark Gable, mientras Purvis prepara su redada entre colores amarillos, verdes y negros. Otra vez, no sé si Mann y sus guionistas son conscientes, se palpa el constructo de cómo se gesta la memoria identitaria estadounidense, mucho más en el cine que en los libros o planteamientos filosóficos escritos, en el cómic o la televisión sobre los monumentos y aconteceres "reales" de la Historia. Me recordó a cuando el detective David Toschi en Zodiac (David Fincher, 2007) observa como se difunde y consume el miedo / histeria de la sociedad estadounidense a través de Harry el Sucio (Clint Eastwood, 1971). Cine sobre el cine, memoria e identidad sobre realidad, quizá sean los mayores aciertos. Sin ser, en mi modesta opinión, su mejor película, Michael Mann vuelve al sendero de la crítica política que ya tramó en El Dilema (1999), con fuerza y aires de grandeza. Viendo lo que hay en cartelera este verano, y todos, quizá sea de lo mejor que uno pueda ver hasta la llegada del otoño y el invierno, época siempre de mejores películas. ¿Será por el frío?

DE ALEMANES A NAZIS. 1914-1933, FRIETZSCHE, Peter. Siglo XXI Editores. Madrid, 2006 [Harvard, 1998].


Escrito a finales de los 90', diez años después de la reunificación de Alemania y poco antes del rumbo hacia un nuevo tipo de totalitarismo de los estados europeos durante la primera década del siglo XXI, la obra nos advierte del peligro de analizar la Historia a primera vista, incluso a segunda y, por otro lado, de la fascinación que ejerce en la imaginación política comunitaria la idea / espectáculo de nación y su consumo. De un lado a otro, Fritzsche intenta mostrarnos una perspectiva cromática, a modo de crisol, por el que desentrañar este periodo en particular de Alemania. Lo primero que debe llamar la atención es la horquilla cronológica: 1914-1933. Me gustaría preguntar por qué al lector@. Gran parte de la mitología sobre la II Guerra Mundial, el III Reich y la bienintencionada pero malograda Republica de Weimar se agarra a lo siguiente: el Tratado de Versalles, el Crack del 29, la desnaturalización de las democracias durante la década de 1930, e incluso, desde una perspectiva macro, la intromisión de las masas populares en la política (1). Pero no, al contrario que gran parte de la historiografía contemporánea Fritzsche arranca de la raíz, no se atiene al trauma bélico, sino a uno previo, y que además no sólo abarca a Alemania. Porque, si me permiten la expresión, Europa estaba - ¿y está? - enferma de nacionalismo durante en el transcurso de 1890 a 1914. El espectáculo grandioso de la nación como fantasía delirante, como distorsión de lo "sublime" que debe arrastrarlo todo. A ese respecto, Karl Schlögel nos habla de la obsesión de la nación alemana por el espacio, pero también del olvido, de haberse convertido en tabú en el vocabulario científico por lo que implicaba "repensarla" (2). Podemos contemplar dos ramas de esta obsesión: transformación de la nación en fervor por la posesión y amplitud de territorio, por la construcción de la Germania moderna-industrializada-campestre por un lado, y por, otro, de su visualización en todo tipo de productos modernos de consumo: radio, ilustraciones en las tapaderas de cajas de bombones, cine, motos, camiones, coches - Volkswagen - cremas limpiadoras de piel, la fotografía, la música, turismo... De forma breve - el ensayo apenas pasa de las 250 páginas - y con una presentación sencilla pero a la vez original - a través de fotografías en blanco y negro en tres fechas concretas, 1914, 1918 y 1933, en una de ellas, aparece, un joven Adolf Hitler, diluido pero a la vez imbuido en una nación amasada en comunidad cantando, literalmente, por la declaración de guerra en 1914 - Fritzsche "deconstruye" el devenir comunitario de Alemania en ilusiones y decepciones políticas centradas en la idea de nación y su disfrute. Señalando con el dedo, acusando y extendiendo las miras, su explicación del triunfo del nacionalsocialismo se resume de esta manera: "comprendía un programa de regeneración cultural y social, basada en la superordenación de la nación y el Volk, y estrechamente modelado en el espíritu público y la militancia colectiva de la nación en guerra" (3). Contiene muchas más revelaciones sobre el atractivo del NSPD y el espíritu alemán en la Europa post-crack, en algunos de los ministros de exteriores destinados a Alemania y que gozan con esa espectacularización de la nación. En ese sentido, puede vincularse a los planteamientos de Guy DEBORD sobre como el espectáculo funciona como mercancía que alcanza la ocupación total de la vida social (4). Sin extenderme más, animo a los lectores a acercarse a este libro: valiente, original, alejado de explicaciones basadas en la culpa y el resentimiento, contundente.


NOTAS.-
(1) SAFRANSKI, Rüdiger. El Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquets, Barcelona, 2009, p. 36 [Verlag, Münich-Viena, 2007].
(2) SCHLÖGEL, Karl. En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la Civilización y Geopolítica. Siruela, Madrid, 2007, [Verlag, Viena-Münich, 2003].
(3) FRIETZSCHE, Peter. De alemanes a nazis. 1914-1933. Siglo XXI Editores. Madrid, 2006 [Harvard University Press, Harvard, 1998], p.229.
(4) DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo. Pre-Textos. Valencia, 2002, p. 55, [Gallimard, París, 1996].