lunes, 28 de septiembre de 2009

Berlín-Dresde, 19 Septiembre / 2009 8h30 - 9h00



Tras tres noches dejamos Berlín. No hemos tenido mucho tiempo: la isla de los museos, algo de la Friedrichstrastrasse, mitad de la avenida Unter der Linden y la Puerta de Branderburgo y, ayer, durante la visita panorámica parte del Tiergarten (en el que se encuentran la mayor parte de las embajadas), Postdamer Platz, parte del Muro de Berlín en el oeste, cerca de la Galería Groepius, el Monumento al Holocausto y otra vez la Puerta de la Paz. Hasta aquí los lugares más representativos: los que vienen en las guías (que también censuran), los que sirven a los profesionales del turismo para ganarse el sueldo, los que tranquilizan al turista, al verlos y sentir que cumplen los requisitos del viaje. ¿Qué supone representar mi primera experiencia de Berlín? Tranquilidad, mesura. Por encima de la "Historia", parece que ha recuperado la esperanza, basada en el día a día, una especie de "peor no nos puede ir ya", como si ya todo Mal hubiera pasado, fruto de una "época del Terror". 
"Topografía del Terror". De esta manera se llama una ruta que pasa por los lugares reservados para el drama del turista y de la Historia: Museo del Holocausto, el Muro de Berlín, el antiguo cuartel de la Gestapo (ya inexistente) y los edificios del periodo 1933-1945 que todavía quedan en pie. Tanto en Safranski como en Frietzsche se intenta huir de esta percepción maléfica, diabólica sobre el III Reich (1). Mal, Terror, Catástrofe; tales calificativos nos llevan a emociones extremas, a exorcizar el tiempo-espacio-sensación, con lo que ubicamos lo pasado en un período de excepción, dado en condiciones muy especiales, en el que confluyeron señores tétricos (2), crisis y ciudadanos aterrorizados, congelados por el miedo.
Escuchando ayer a la guía uno tenía la sensación de que Hitler había ascendido al poder por arte de magia y, por otro lado, de que el tema del III Reich (1933-1945) era sustituido por uno menos polémico y tranquilizador, que proporciona más sosiego: el Muro de Berlín (1961-1989). Algun@s dirán que es más presente. Que sus evidencias son más patentes en el paisaje urbano berlinés. Otr@s que están hartos de lo mismo (3) y que se palpa más la huella del cerrojo soviético que el periodo nacionalsocialista.
Personalmente, creo que es más sencillo echar la culpa a otros. Meter el dedo en el ombligo propio siempre es molesto. En cambio, si se lo metes a otro entretiene más y da más gustillo. Ahora el comunismo es el malo. Como si todos hubieran sido rusos, como si no hubiera existido un control y propaganda semejante en la República Federal Alemana tras la guerra. Cínico y olvidadizo mundo libre. Podemos distinguir dos versiones diferentes: una de ellas recalca la obligatoriedad entre los jóvenes de estudiar dos años el nazismo en la escuela secundaria (incluyendo visitas a campos de concentración, ver documentales, películas, etc.), mientras que la otra afirma que esto ya no se realiza. Deberíamos preguntarnos de qué forma se hizo y por qué quizá se haya olvidado. Debo señalar que durante un paseo nocturno por Berlín, desde la Postdamer Platz a la Puerta de Branderburgo, un grupo de jóvenes con un guía estaba a mi espalda visitando la zona. Ignoro si eran alemanes, pues no les oí hablar. Lo curioso fue que al llegar al Monumento al Holocausto, más que ponerse a considerar su forma o algo más, salieron corriendo a jugar al escóndite y asustarte entre los gruesos y diferentes pilares. Puede considerarse una conducta normal. Pero a uno le llamó la atención (4). ¿Es que ya se ha olvidado? ¿Es legítimo ese olvido? ¿Debemos estar de acuerdo con Gadamer o Ricoeur sobre la intervención de éste a la hora de generar conocimiento, verdad e identidad? (5) ¿Hay derecho a olvidar? ¿No lo hacemos tod@s? ¿Es función de la "Historia" hacer justicia? ¿Llevamos los historiador@s una espada de Damocles para decidir ésta sí, ésta no ("ésta me gusta me la como yo")? (6) Debería comprarme un antifaz o hacerme un traje a lo Spiderman, con forro de libros antiguos, herramientas en hueso y pedazos de cerámica vidriada colgando de las extremidades. A quién se porte mal, podría mandarle a leer o transcribir un documento procesal castellano de finales del XV o crear un disparador de volúmenes de la Germaniae Monumentae Historica que se accionase con abrir las manos hacia el enemigo. 
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NOTAS:
(1) SAFRANSKI, Rüdiger. El Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquest Editores, Barcelona, 2009, pp. 333-335 [Verlag, Viena, 2007]; FRITZSCHE, Peter. De alemanes a nazis, 1914-1933. Siglo XXI Editores, Madrid, Buenos Aires, 2006 [Harvard College, 1998] y del mismo autor: Vida y muerte en el Tercer Reich. Barcelona, 2009 [Harvard University Press, 2008].  
(2) Este término utilizó la guía local durante la visita panorámica del día 18 de septiembre. Reiterativa, de un lado para otro, sin profundidad, parecía que quería ventilarnos pronto. Cultura y turismo: cada día estoy más convencido de que no puede conciliarse, por lo menos, no de la manera que he percibido.
(3) Uno de los aciertos de Die Welle (Dennis Gansel, 2008) se produce durante los primeros minutos del film. Ante la pregunta del profesor sobre la autarquía y la posibilidad de un nuevo periodo nacionalsocialista en Alemania uno de los estudiantes expresa un sentimiento de tedio, de hartazgo, de querer quitarse un sentimiento de culpa que ni le viene ni la vá. Ahora que he pasado por allí, y sin hablar con ningún adolescente, no puedo afirmar que esto sea así, aunque por otra parte advertí cierto silencio, un tabú generalizado. 
(4) Esta parte la agrego al comentario escrito el día 19 de septiembre. No lo recalqué en su momento. 
(5) Sobre esta cuestión y los autores citados ver: IZQUIERDO MARTÍN, Jesús. "La memoria del historiador y los olvidos de la Historia". El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XXI. (SÁNCHEZ LEÓN, Pablo & IZQUIERDO MARTÍ, Jesús, eds.). Siglo XXI Editores. Madrid, 2008, pp. 179-208.    
(6) Citando una frase célebre de Chimo Bayo.