domingo, 16 de agosto de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS, Michael Mann, 2009



Enemigos Públicos.
Director: Michael Mann.
Intérpretes: Johnny Deep, Christian Bale, Marion Cotillard, Steve Graham, Billy Crudup.
Música: Elliot Goldenthal.
Guión: Ronan Bennett, Ann Biderman y Michael Mann.
Año de Producción: 2009.
Duración: 146 min.
Distribución: Universal Pictures.

Después de desear publicar comentarios sobre tantas películas, me sorprende que está sea la primera. A pesar de los agregados en un blog de un apreciado amigo, podemos decir que inicio camino aquí. Cineasta que ha sabido leer el lenguaje fílmico posmoderno como pocos, Michael Mann no se limita a presentar una narración sin más. Con aire épico y retro, se adentra en los Estados Unidos post 29 a partir de una película de gansters y tiros "realistas", vidas personales, introspección psicológica y un poquito de atrevimiento, de mirada certera a cómo evoluciona la cultura / política estadounidense a partir de la década de los 30´. No muy contento al principio, ya que recuerda en exceso a Heat (Michael Mann, 1995), el film fue mejorando conforme su mirada mostró algo más que delicuente romántico / dandy y polícia serio / profesional. Me refiero: a la pequeña daga que clava en la figura de J. E. Hoover y todo lo que representó en la vida política / pública estadounidense entre 1930 y 1970. Como en mi anterior nota, Mann apunta a una política basada en el control, difusión y consumo de la imagen y en el poder que ejerce el vocabulario directo, generador de extremos, sostenido solamente en dos colores: blanco o negro. Los actores / actrices: correctos, constreñidos en algunos momentos a plantemientos ideales sobre sus personajes, sobre todos los principales. Gran sorpresa se lleva uno con Marion Cotillard y con algún secundario de los 90' que ya daba literalmente por muerto, como Steven Dorff. En muchas ocasiones diálogos ágiles, basados en la situación y el efecto de la palabra, en las frases contundentes y cerradas, la épica se encierra en bellas imágenes (fotografía, música, cámara, vestuario, montaje crean escenas realmente para el recuerdo) y su pretendida "realidad". Porque nos supera a todos y nos comprime en acontecimientos extraordinarios, en todos los sentidos. Sin duda, cuando más disfruté fue con ese final de 10 minutos, en los que el personaje de Dillinger reflexiona sobre su espectacularización en el cine, viéndose a sí a través de Clark Gable, mientras Purvis prepara su redada entre colores amarillos, verdes y negros. Otra vez, no sé si Mann y sus guionistas son conscientes, se palpa el constructo de cómo se gesta la memoria identitaria estadounidense, mucho más en el cine que en los libros o planteamientos filosóficos escritos, en el cómic o la televisión sobre los monumentos y aconteceres "reales" de la Historia. Me recordó a cuando el detective David Toschi en Zodiac (David Fincher, 2007) observa como se difunde y consume el miedo / histeria de la sociedad estadounidense a través de Harry el Sucio (Clint Eastwood, 1971). Cine sobre el cine, memoria e identidad sobre realidad, quizá sean los mayores aciertos. Sin ser, en mi modesta opinión, su mejor película, Michael Mann vuelve al sendero de la crítica política que ya tramó en El Dilema (1999), con fuerza y aires de grandeza. Viendo lo que hay en cartelera este verano, y todos, quizá sea de lo mejor que uno pueda ver hasta la llegada del otoño y el invierno, época siempre de mejores películas. ¿Será por el frío?

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